PROFECÍA EN LA IGLESIA – ¿SÍ O NO?

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Jaime van Heiningen

     Existe cierta confusión acerca del tema del “hablar de Dios”, de su “revelación”, de la “profecía” y de los “profetas”. Ahora que disponemos de una Biblia completa, a la cual ya no hay nada que añadir, ¿debemos descartar la ‘profecía’? ¿Debemos aplicar en este sentido el pasaje de 1ª Corintios 13? “El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará.”

Hay quien cree que la expresión “cuando venga lo perfecto” es una referencia a la Biblia que quedaría completa con los cinco libros que tenemos de la mano del apóstol Juan. Cuando Juan dejó de escribir, ya ni él, ni nadie pudo añadir algo más a ‘Las Escrituras’, aunque no ha faltado quien lo intentara.

Esto, por supuesto es así, pero hay un problema. Pablo en el pasaje citado de 1ª Corintios 13 dice que, al venir lo perfecto, “entonces lo que es en parte se acabará”. En otras palabras, ya no será más “en parte”, estará incluido en el estado perfecto. Aunque tengamos ahora la Biblia completa, nuestro conocimiento, por ejemplo, sigue muy limitado, sigue “en parte”. Sólo en la presencia del Señor mismo el conocimiento parcial habrá acabado; conoceremos como somos conocidos. Es decir, Pablo ahí no hace referencia a la Biblia completa, hace referencia a la ‘Ekklesia’ completa, a ese momento, cuando Cristo viene por ella y la arrebata. A partir de aquel momento sobra toda profecía, ya Cristo es todo en todos. Ya no habrá nada que profetizar; todo se habrá cumplido ya perfectamente.

Quedamos entonces con la pregunta sobre la profecía en el presente tiempo. De hecho, a través de la profecía, Dios siempre ha dado revelación, cada vez corriendo el velo un poco más. ¿Debemos entender que sea así para nuestro tiempo también? ¿Es posible que ahora Dios siga revelando más de sí, de su voluntad y planes? ¿Y que para ello utilice la ‘profecía’…?

El caso es que nadie puede atribuir a Dios ‘mudez’, es decir, que en algún momento haya dejado de revelar. Es una de las cosas que Dios NO puede hacer; Él no puede dejar de revelar más de sí mismo y de sus planes y caminos. Los pasajes más claros al respecto son los de Mateo 11:25-27 (repetido en Lucas), Romanos 1:17; 1ª Corintios 2:9-13; Efesios 1:17 y Filipenses 3:15. Ya en Deuteronomio 29:29 Dios declaraba: “Las cosas secretas pertenecen al SEÑOR nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre”.

¿Cómo entonces debemos entender que Dios, en este tiempo, con la Biblia completa, ya no dé revelación (nueva) a través de profetas (nuevos), como lo hacía a través de “los santos hombres de Dios” mencionados en 2ª Pedro 1:21, pero que, por otra parte, Él siga al mismo tiempo dando el “don de profecía”?
Hay una doble clave que aclara el asunto:

     1) Está la profecía por la cual la Escritura fue producida.

     Cuando la Biblia no estaba (todavía) disponible en su forma completa, Dios, a través de los siglos, usaba a hombres y mujeres quienes, inspirados por su Espíritu, hablaron y escribieron en su nombre, transmitiendo su Palabra tocante a tiempos actuales o futuros. Fue lo que produjo la Biblia.

“Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos. A éstos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles.”


“Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.”
(1ª P. 1:10-12; 2ª P. 1:19-21)

2) Está la profecía que es derivada de la Biblia.

Desde las palabras de Pedro en Hechos 2:17-18, Dios usa a sus profetas y profetisas neotestamentarios. Lo que Pedro pronuncia en el momento de comenzar la era de la “Ekklesia”, es altamente significativo: “Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños; y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.

Hoy el Espíritu Santo ministra a través de la “profecía”, pero, en contraste con los días anteriores a Pentecostés, lo hace con profecía derivada de la Biblia. En este capítulo de Hechos 2, Pedro mismo nos da el ejemplo, citando de Joel 2 y de los salmos 89, 132 y 110 respectivamente.

La ‘profecía’ del NT suele describirse como “exposición bíblica”. Tal ‘profeta’ neotestamentario habla con la autoridad de “¡Está escrito…!” Es imposible que una auténtica ‘profecía’ de Dios contradiga “La Escritura” de Dios. Ha de ser derivada fielmente de la Biblia para ser auténtica y válida.

Es en este sentido que en Efesios 4:11 encontramos los cinco ministerios básicos, dados, evidentemente, para toda la era de la Iglesia. Después de los doce apóstoles (incluyendo a Matías), cuyo ministerio sólo subsiste en forma escrita, están los profetas, luego hay evangelistas, pastores y maestros. En otros pasajes hay más referencias a los profetas de la presente época, y a sus ministerios proféticos: Mateo 23:34; Hechos 13:1; 15:32; 21:9; Romanos 12:6; 1ª Corintios 11:4-5; 12:28-29; 13:9; cap. 14; 1ª Pedro 4:10-11; Apocalipsis 22:6, 9.

El ‘profetizar’ en sentido neotestamentario, es decir, la proclamación y la exposición de la Palabra de Dios, está recomendado y descrito expresamente en 1ª Corintios 14. Pablo ahí exhorta a su uso, como preferible sobre el hablar en lenguas. Lo menciona como muy útil tanto para creyentes, como para incrédulos e indoctos. Es cierto que los corintios en ese tiempo no tenían el Nuevo Testamento completo, pero el Antiguo, sí, estaba completo. La costumbre era de hacer la predicación (la profecía) sobre la base del AT, lo cual queda en evidencia, por ejemplo, en 2ª Timoteo 3:15-17.

Lo que Pablo recomienda y encarga en 1ª Corintios 14 acerca del profetizar de todos los creyentes, puede enumerarse como sigue:image005

1) Debe procurarse este don (v. 1);
2) Así se habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación (3);
3) La congregación queda edificada (4);
4) Los hermanos quedan con provecho (6);
5) Los incrédulos e indoctos quedan convencidos (24-25);
6) “Cada uno” tiene algo para compartir, y sobre esta base, dos o tres ‘profetas’ pueden hablar (26, 29); en flagrante contraste – debemos añadir – con la costumbre generalizada de hoy de que un ‘pastor’ sea pagado para hacer ‘ministerio’;
7) Todos los presentes ‘juzgan’ si es bíblico lo que dice el ‘profeta’ (29);
8) El ministerio de ‘profeta’ está abierto a ‘todos’ (30-31), evidentemente incluyendo a las hermanas (Hch. 2:17-18), ya que la referencia a su “hablar” de manera “indecorosa”, y sin sujetarse a sus maridos (34-35), nada tiene que ver con el ministerio de profecía (1ª Co. 11:5);
9) Los profetas no hablan en trance, sus espíritus están sujetos a ellos (32);
10) Procurando profetizar, deben hacer todo decentemente y con orden (39).

A menudo surge entre los creyentes la pregunta en qué realmente estriban las diferencias entre los días del Antiguo Testamento y los del Nuevo. Pues, he aquí, dos diferencias importantes y muy notables.

Los creyentes del AT, y hasta Pentecostés, se manejaban bajo el ministerio de un sacerdocio estrictamente limitado a Aarón, el hermano de Moisés (de la tribu de Leví), y sus descendientes. Por otra parte estaba el ministerio de los profetas, siendo el ‘proto-profeta’ de Israel Moisés mismo (Dt. 34:10). Los muchos profetas (y algunas profetisas) que ministraron después de Moisés no eran de su descendencia. Procedían de distintas tribus y eran escogidos de entre todos como los mensajeros de Dios con un mensaje especifico y para tiempos específicos.

En estos dos ministerios (de sacerdote y de profeta) vemos dos diferencias radicales entre los redimidos del AT y los del NT. Los auténticos creyentes de ahora son todos miembros de la “Ekklesia”, es decir, del Cuerpo de Cristo (sean israelitas o gentiles). Esto hace que todos ellos, sin excepción, son ‘sacerdotes’ en Cristo (1ª P. 2:5, 9). Es lo que se suele llamar, “sacerdocio universal”.

Ya hemos tenido ocasión para ver que lo mismo se aplica al ministerio de los ‘profetas’. Entre los redimidos este ministerio es ahora igualmente “universal”. Por esto, en su discurso de Pentecostés, Pedro comienza su cita de la Escritura, de la profecía de Joel, con estas palabras, “Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne…” En otras palabras, ya no se trataba de una dinastía de sacerdotes, ni del surgimiento de profetas solitarios. Ahora toda carne, cada miembro de Cristo, es decir, de su “cuerpo”, es tanto ‘sacerdote-en-Cristo’ como ‘profeta-en-Cristo’. El que la gran mayoría de los creyentes no haya descubierto esta alta vocación, en la cual Dios quiere que le sirvamos consciente y fielmente, no cambia los hechos.

     Epílogo

Para prevenir ciertas preguntas y objeciones, añadiremos estas breves observaciones.

¿Qué del profeta Ágabo, mencionado dos veces en Hechos? ¿No actuaba típicamente como un profeta del Antiguo Testamento? Entonces ¿cómo cuadra su ministerio con aquel que es descrito arriba?

El libro de ‘Hechos’ es el ‘libro-puente’, o el ‘libro-transición’, que conecta la antigua dispensación con la nueva. Así tenemos en este libro todavía mucha mención del “templo” en Jerusalén, donde al principio seguían acudiendo los creyentes. La transformación que el pueblo de Dios experimentaba era grande, pero no era abrupta. ¡Cuánto les costaba a los creyentes judíos acoger a los que no fueran judíos! Hasta el cap. 15 (¡!) no se llega a decidir y aceptar que la circuncisión, mandada ya a Abraham, no haga más falta en la Ekklesia.

El caso de Ágabo es comparable con el de Felipe en el cap. 8, donde el Espíritu del Señor le arrebató y trasladó a otro lugar. Los dos casos son únicos, con el de Felipe recordándonos de los días de Ezequiel en el AT, ya que el profeta era trasladado de manera similar. En nuestros días el Señor puede, perfectamente, volver a actuar de una manera o de otra, pero ‘Hechos’ nos hace entender que tal fenómeno sería excepción, no regla. No son detalles que Dios nos enseñe como norma.

Otra pregunta lógica estaría centrada en el apóstol Juan y su libro de Apocalipsis, que es todo un libro profético al estilo de los grandes profetas del AT. En este caso debemos tener en cuenta que en los eternos propósitos de Dios, su revelación en las Escrituras debía concluir con un panorama amplio del futuro; ya que después de concluir sus planes con la Ekklesia, quedaba todavía la conclusión dramática y futura de Israel. Ésta ya estaba ampliamente profetizada en el AT, como en los libros de Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel, Zacarías y otros, pero es a Juan a quien le toca – después de los últimos tres capítulos sobre la Ekklesia (Ap. 1-3) – ser testigo y profeta de todo lo que Dios se ha propuesto en cuanto a Israel y las naciones, es decir, en días futuros, antes de “un nuevo cielo y una nueva tierra”. No es de extrañar entonces que Apocalipsis tenga tanto en común con lo que ya vemos proyectado en el AT.

Agradezcamos a Dios de todo corazón que nos hiciera partícipes en sus planes para este mundo. Somos, como miembros del Cuerpo de Cristo, la vanguardia suya en territorio enemigo; territorio que ya no tardará mucho en volver a la plena sujeción a su único legítimo Dueño. ¡No dejemos de ser sus portavoces fieles, es decir, sus ‘profetas’ en un mundo hostil, por muy grandes que lleguen a ser las amenazas…!

vs.SP.1P.2.9