6. LA VIDA LLENA DEL ESPÍRITU SANTO

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6. LA VIDA LLENA DEL ESPÍRITU SANTO

HEMOS visto que el plan admirable de Dios para nuestra salvación es absolutamente perfecto. Pero tenemos que admitir que la inmensa mayoría de los cristianos viven sobre un plano carnal. Esto hace que surja la pregunta: “¿Es práctico el plan de Dios? ¿Es posible para el cristiano ordinario vivir su vida sobre el plano más alto?” Tal vez alguien aquí diga: “La verdad acerca de la vida en el plano superior es una verdad bíblica y lógica, pero no concuerda con mi experiencia ni con la de muchos cristianos que conozco. ¿No será “demasiado” perfecto el plan divino de nuestra salvación para que pueda llevarse a la práctica en un mundo como éste? ¿Es posible para cada uno de nosotros tal plenitud de la vida de Cristo?”

Todo lo que la Palabra de Dios enseña demuestra que es practicable y posible para todo cristiano. Quienquiera que tenga en alguna medida la vida de Cristo puede tenerla en su plenitud.

Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10).

Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad”(Col 2:9-10).

Juan el Bautista, en dos asombrosas proclamaciones describió todo el alcance de la obra de Cristo cuando dijo: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”, y “…ése es el que bautiza con el Espíritu Santo” (Juan 1). La doble obra de Cristo es quitar el pecado y bautizar con el Espíritu Santo. Una parte de su obra es quitar el pecado, la otra es bautizar con el Espíritu Santo. La parte de colocar a todo cristiano en una relación con el Espíritu Santo es tan definida como la otra parte, y tan definida como la relación del discípulo con Cristo, aunque había de ser una relación diferente.

Cristo corroboró la declaración de Juan con dos invitaciones que hizo a los pecadores para que vinieran a él y bebieran el agua de la Vida.

El que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna”(Juan 4:14).

En el último y gran día de la fiesta,Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva”(Juan 7:37-38).

Cristo prometió un don a los que le reciban a Él como Salvador. Por este don tendrían perfecta satisfacción y suficiencia, y se desbordaría a través de ellos para bendecir abundantemente a otras vidas. La oferta deCristo a la samaritana fue la de un don que cambiaría sus medios de proveerse de agua, dándole una fuente en lugar de un cántaro, y convirtiendo después su vida en un canal por el cual fluyeran ríos de agua viva.

El Espíritu Santo: El don de Cristo al creyente

Lo que este don era se nos dice de una manera explícita:Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado(Juan 7:39).

Observad que en este versículo Jesús nos dice tres cosas:
1. ¿Cuál era el don? – “el Espíritu”.
2. ¿A quién se daba? – a “los que creyesen en él”.
3. ¿Cuándo se daría? – cuando Jesús fuera “glorificado”.

Su obra como expiación del pecado había de realizarse antes. Después, como Señor glorificado, otorgaría este don maravilloso.

Más luz se proyectó sobre la naturaleza de este don en la última conversación de Cristo con sus discípulos antes de su partida. Les dijo que Él iba a vivir en ellos como una presencia espiritual permanente: que habría un divino fluir de vida sobrenatural por su poder.

Iban a vivir como Él vivía y a trabajar como Él trabajaba. A fin de proveer poder para una vida tal les prometió “otro Consolador” que vendría a hacer morada permanente en ellos.

Cuando Cristo volvió a la gloria, cumplió su promesa y envió al Espíritu. En el día de Pentecostés los discípulos reunidos fueron bautizados con el Espíritu. Desde aquel día, todo el que ha sido unido orgánica y vitalmente al Señor viviente por la fe, ha recibido el don del Espíritu Santo.

Y cuando comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos también, como sobre nosotros al principio. Si Dios, pues, les concedió también el mismo don que a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo que pudiese estorbar a Dios?”(Hch 11:15, 17).

Tan pronto como uno recibe por Salvador al que quita el pecado del mundo, está en el Espíritu y el Espíritu está en él. Es imposible aceptar al Hijo y rehusar al Espíritu.

Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él”(Rom 8:9).

En el plan divino el don del Espíritu contiene un propósito tan definido como el don del Hijo. Mediante el Hijo obtiene el pecador la vida; mediante el Espíritu obtiene el creyente vida más abundante. Mediante el Hijo deja el pecador la esfera de lo natural y entra en la esfera de lo espiritual; mediante el Espíritu es elevado el creyente a las más elevadas alturas de la vida en el plano espiritual.

Dios tiene el propósito de que cada cristiano viva una vida de profunda y creciente espiritualidad. El Espíritu Santo vive en nosotros para realizar este propósito de tres maneras: Nos revela por medio de la Palabra la plenitud que podemos tener en el Cristo glorificado; crea en nuestros corazones un deseo de esta plenitud; obra después como canal para la transmisión de esa plenitud desde Cristo a nosotros.

El capítulo 7 de Romanos es la descripción del cristiano carnal; el capítulo 8, la del espiritual. En diez versículos del capítulo 7 se usa o se sobreentiende el pronombre “yo” veinticinco veces y se menciona el Espíritu Santo sólo una vez. En el capítulo 8 se usa el pronombre “yo” sólo dos veces, donde es necesario, y se menciona al Espíritu Santo dieciséis veces. Así no podemos menos que creer que la plenitud de la vida en Cristo significa algún progreso en nuestra relación con el Espíritu Santo, y quisiéramos preguntarle a Dios cuál es este progreso.

La vida llena del Espíritu

En un mandamiento conciso nos muestra Dios el punto más alto que el creyente puede alcanzar en su relación con el Espíritu Santo.

No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu”(Ef 5:18).

Sed llenos del Espíritu”. Lo tenéis morando en vosotros. Pero esto no basta. Dad al Espíritu camino libre, permitidle que os llene desde adentro hasta afuera. Permitidle que os colme de energía con su fuerte poder llenándoos de Sí mismo.

Sed llenos del Espíritu”. Tal es el derecho de nacimiento del cristiano. En virtud del nuevo nacimiento tiene derecho a tal plenitud. No es el privilegio de sólo unos pocos. ¿Estás tú despreciando tu primogenitura, como lo hizo Esaú con la suya, vendiéndola por un plato de lentejas? ¿Te cuidas más del placer, del dinero o de la posición social que de la plenitud del Espíritu Santo?

Sed llenos del Espíritu”. Esta es la necesidad del cristiano. Nadie puede vivir una vida verdaderamente espiritual sin la plenitud del Espíritu. Ciento veinte fueron llenos el día de Pentecostés, sólo doce de ellos eran apóstoles. Algunas eran mujeres que volvieron a sus casas a guisar, a coser, a cuidar de la familia, otros eran hombres que volvieron al campo y a la tienda. Solamente los nombres de muy pocos de ellos se conservan en la Biblia, pero no tengo ninguna duda de que los ríos de agua viva fluyeran de las vidas de todos ellos a otras vidas.

No pienses que eres demasiado joven para ser lleno del Espíritu. Te evitará los años de vagar por el desierto como lo han hecho muchos cristianos viejos. No digas que eres demasiado viejo y que el dominio de los hábitos pecaminosos es demasiado fuerte sobre tu vida. Dale una oportunidad al Espíritu. Reconoce solamente que tu mayor necesidad es ser lleno del Espíritu y somete a Él tu vida y Él hará lo demás.

Sed llenos del Espíritu”. Esta es la responsabilidad de todo cristiano. “No os embriaguéis con vino.” ¿Obedecéis este mandamiento? Seguramente que sí. “Sed llenos del Espíritu”. ¿Obedecéis este mandamiento? ¿Por qué no, si es tan obligatorio como el anterior? Suponed que, si en vuestra iglesia hubiera “pastor”, este “pastor” estuviera habitualmente embriagado. ¿No tomaría la iglesia alguna determinación ante tal conducta? Pues bien, suponed que no esté lleno del Espíritu Santo y nunca haya experimentado tal plenitud. ¿Qué se hace acerca de ello? ¿No es un mandamiento tan obligatorio como el otro? ¿Y no se deshonra a Dios tanto cuando se desobedece el uno como cuando se desobedece el otro?

Como a ningún cristiano se niega la bendición de tal experiencia, así ninguno está exento de la responsabilidad de poseerla. Así como rehusar la vida que se le ofrece en Cristo es el pecado mayor del que no cree, así el rehusar la vida abundante, que se experimenta mediante el Espíritu, es el pecado mayor del creyente. La plenitud del Espíritu Santo no es opcional, sino obligatoria. “Fueron TODOS llenos del Espíritu Santo”.

Una crisis – un estado – un proceso
“Sed llenos del Espíritu” – Una crisis.
“Llenos del Espíritu” – Un estado.
“Que seáis llenos de toda la plenitud” – Un proceso.

Los apóstoles estuvieron con Cristo tres años, pero no fueron llenos del Espíritu Santo hasta el día de Pentecostés. Esto fue una crisis. Pero ellos fueron llenos más de una vez y leemos de Esteban y de Pablo que eran varones “llenos del Espíritu Santo”. Esto era un estado. Pero había una plenitud infinita, inagotable, de la cual podían obtener según su capacidad receptora, de modo que había un continuo llenar. Esto era un proceso.

Debe haber un tiempo definido en que fuimos llenos por vez primera. Pero debe haber también repetidas ocasiones en que recibimos de la misma plenitud para que estemos habitualmente llenos y al mismo tiempo siempre tomando más y más de la plenitud de Dios. Para “vida espiritual” uno ha de ser lleno del Espíritu y mantenerse lleno.

La triple manifestación de la plenitud del Espíritu Santo

Existe a veces gran confusión en este asunto porque se espera una manifestación espectacular de una experiencia tan maravillosa. Hay también enseñanzas que carecen de sólido fundamento bíblico y extravían a muchos. La Escritura enseña claramente una triple manifestación.

La realización de la presencia permanente de Cristo

Para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones” (Ef 3:16-17).

Las vidas de los primeros cristianos parecían verdaderamente electrizadas por una conciencia vivida y gozosa de la presencia de su Señor glorificado. Él era muy real para ellos. ¿Posee la presencia espiritual del Señor viviente una realidad tan intensa para ti? Es una de las ricas recompensas de una vida llena del Espíritu.

La reproducción de la vida santa de Cristo

Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gál 5:22-23).

Condensado en estas nueve gracias exquisitas, tenemos aquí un retrato hecho con palabras del carácter de Jesucristo en su belleza, simetría y perfección esenciales. Un carácter así no es producto de la naturaleza humana, sino fruto de la naturaleza divina. Cuando el Espíritu Santo llena nuestro ser, reproduce dentro de nosotros la vida de Cristo.

La reordenación del poder sobrenatural de Cristo

Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hch 1:8).

Al enviar a sus discípulos para llevar a cabo una tarea sobrenatural, les prometió dotarlos de un poder sobrenatural. Todo poder pertenece a Cristo, pero Él delega en nosotros su poder mediante el Espíritu Santo. ¿Tienes tú este poder? Donde quiera que el Espíritu esté en plenitud, se manifiesta en poder.

La plenitud del Espíritu Santo es lo único que cambiará un cristiano carnal en cristiano espiritual. En el día de Pentecostés, los apóstoles fueron llenos del Espíritu Santo, y una sencilla comparación de sus vidas, antes y después de Pentecostés, nos revela un cambio maravilloso. Habían tenido la compañía constante de Cristo; les había enseñado profundas verdades y había compartido con ellos su vida de oración; habían vivido tres años bajo el influjo de su incomparable personalidad.

Y, sin embargo, observad el fracaso, la derrota y el pecado, la envidia, la ambición, el egoísmo, el orgullo, la cobardía, la voluntad propia, el amor de sí mismos, el interés propio.., todo esto estaba en ellos, en gran parte como antes. Pero en Pentecostés el “Yo” fue destronado y Cristo fue entronizado y vino a ser la vida de sus vidas.

El resultado tuvo siete aspectos. Vinieron a ser hombres de percepción, de pureza, de pasión, de oración, de poder, de persecución y de alabanza.
1. Conocieron a su Señor y comprendieron las verdades profundas de la salvación.
2. Vinieron a ser hombres de corazón puro. La humildad desalojó al orgullo; el valor, a la cobardía; la mente celestial a la mundanalidad.
3. En lo íntimo de sus espíritus satisfechos y renovados se encendió un deseo apasionado de ganar a otros para el Señor, que los había salvado y transformado.
4. Esto les llevó a Dios en oración, la cual vino a ser su principal delicia y su ocupación constante.
5. La oración desató poder, y ríos de agua viva comenzaron a fluir a través de estos canales purificados, llegando a Jerusalén, a Samaria y hasta a lo último de la tierra.
6. La manifestación de tal poder atrajo sobre ellos fiera persecución.
7. Pero ni las celdas de la cárcel podían reprimir sus cánticos de alabanza.
Pentecostés los había cambiado de cristianos carnales en cristianos espirituales. ¿Te ha cambiado a ti?

Será en él una fuente”. El Espíritu Santo, una fuente de agua viva, un manantial que fluye constantemente, está en todo cristiano. No hay, pues, necesidad de sufrir sequía. La promesa que se te hace es queno tendrás sed jamás. ¿Has venido a estas reuniones con un cántaro? ¿Esperabas llevarte a casa provisión suficiente para todo el año, pero dando por seguro que irá disminuyendo poco a poco, hasta que la sed excesiva te obligará a venir el año que viene para ser vivificado de nuevo? ¿Por qué no dejar aquí el cántaro y llevarte el manantial? La vida del Espíritu es una vida de satisfacción y suficiencia.

De su interior correrán ríos de agua viva”. La satisfacción en Cristo produce el desbordamiento de Cristo. Si hay una corriente divina que fluye en nosotros, hay también una corriente divina que fluye de nosotros. ¿Tienes tú una vida así? Si no la tienes, ¿la deseas? Es para ti, si en verdad tienes sed. Si alguno tiene sed.., tal es la sencilla condición que se pone. “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba”. Bebed hasta saciaros, más aun: hasta que estéis llenos; más aun, hasta que reboséis. La plenitud del Espíritu Santo es para todo el que tiene sed y que bebe del Agua de la Vida.