¿Fosilización Cristiana?

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¿Leíste o escuchaste alguna vez el lema de: “evangeliza o fosiliza”? ¿Qué te ha parecido? El lema sugiere que si evangelizas activamente no te vendrá la fosilización…

Siendo este un asunto de importancia – ¿por qué no lo analizamos a la luz de la historia y de la Escritura? ¿Nos acompañas?

¿Qué es la fosilización?

Antes de embarcarnos, una breve explicación de este concepto de “fosilización”, por si no resulta tan claro. La palabra se refiere a los incontables restos de plantas y animales, en todo el mundo, que, después de miles de años, han sido hallados (y siguen hallándose), en forma de “piedra”, por lo cual se habla también de “petrificación”. Se le ve claramente la forma de pez, helecho, parte de un dinosaurio, insecto, árbol, etc., etc. Pero aquello que era un organismo blando, vivo, vibrante, útil, ahora no es más que “piedra”. Allí está su forma, un recuerdo visible de lo que hubo hace miles de años, pero reducido a “fósil”.

Los científicos que se dedican a los fósiles encuentran cada vez más evidencia de una repentina catástrofe de inimaginable magnitud, que conmovió todas las cosas en el mundo. La clave para entender tal fenómeno la encontramos en lo que Génesis describe del diluvio universal. Sin esta clave, es decir, sin la Biblia, quedaríamos sólo con las teorías de los evolucionistas. Es la Biblia la que nos hace entender qué es lo que hay detrás de los millones de fósiles.

Fosilización de 2000 años

Bueno, allá los fósiles materiales – lo que nos interesa en este momento son los fósiles espirituales – descubrir si para el creyente, y para la congregación de creyentes, hay una manera de evitar que la obra del Señor quede “fosilizada” – es decir, aquella obra en la que estamos involucrados.

Se puede afirmar que en todo el territorio del antiguo Impero Romano se encuentran, hasta el día de hoy, una enorme cantidad de “fósiles cristianos”, a saber, todo tipo de monumentos, ruinas de lugares de reunión, bautisterios, lápidas, pergaminos, hasta auténticas reliquias, etc. En este imperio se extendía la que era la iglesia neotestamentaria, la que florecía allí, la que ¡también sucumbía allí! Quedan nociones de su vida y de su testimonio vibrante, pero nada más. Todo quedó “fosilizado”.

Siete congregaciones

Piensa en las siete iglesias de Asia Menor, receptoras de las cartas del mismo Señor Jesús, escritas por el apóstol Juan. ¿Dónde están esas congregaciones hoy? No están más en ninguna parte, pero, sí, quedan los restos, los “fósiles” – en esos siete lugares. ¡Qué maravilla hacer hoy turismo en Turquía y visitar tales lugares, andar donde anduvieron Pablo, Juan, y otros! Si tuvieras la oportunidad, ¿no se te pondría la piel como de gallina?

¿Sí? ¿Maravilla de verdad…? Son los restos de la antigüedad cristiana, son de alto valor turístico, pero ¡no son más que “fósiles”! ¡Nos hablan de muerte, de muerte catastrófica! Nos hablan de “las puertas del hades”, que “prevalecieron” contra la iglesia de Cristo…! Es cierto que en Mateo 16 Jesús dice que esas terribles “puertas” no prevalecerían, pero, claro, está hablando de la Iglesia Universal. De hecho han prevalecido contra muchas miles de “iglesias locales”, como, por ejemplo, las de Asia Menor.

El Señor envió allí a Pablo, Silas, Timoteo, Lucas, Erasto, Épafras, Trófimo y otros. ¿Los envió acaso para preparar lugares de depósito para fósiles maravillosos..?

Una ciudad privilegiada

Éfeso era, en esta región, la primera ciudad con cristianos, y de estos los primeros eran Áquila y Priscila(Hch. 18). Apolos predicó allí. Después llegó Pablo y quedó un total de tres años. Hasta el final de su estancia “crecía y prevalecía poderosamente la palabra del Señor” (Hch. 19). En otra ocasión, estando de paso, Pablo se dirigió a todos sus ancianos(Hch. 20). Estando preso en Roma les escribió su magnífica epístola de seis capítulos. Más tarde todavía, Timoteo trabajó en Éfeso por un tiempo prolongado, que es cuando Pablo le dirigió sus dos epístolas, la segunda poco antes de su ejecución. Muchos años después residía y trabajaba allí el anciano apóstol Juan.

Éfeso era puerto de mar y la ciudad de más importancia en la región. Su iglesia, “plantada” por Pablo, era en toda probabilidad un conjunto de numerosas congregaciones caseras. De las siete iglesias mencionadas en Apocalipsis 2 y 3, la de Éfeso encabeza la lista (2:1-7). Vemos que, a pesar de sus terribles prácticas corruptas, idólatras y demoníacas, la ciudad era un lugar verdaderamente privilegiado, sobre todo en el sentido espiritual, ya que tenía una iglesia viva y activa, que se esparcía, al parecer, por toda su anchura. Era atendida por un buen grupo de ancianos, y, cuando la necesidad se presentaba, los obreros misioneros itinerantes estaban listos para intervenir.

Asesoramiento divino

En las palabras del Señor Jesús, había arduo trabajo y paciencia; no podían soportar a los malos, probaron a los falsos apóstoles y los hallaron mentirosos. Era una iglesia sufriente, perseverante, que, sin desmayar, trabajaba arduamente, por amor de su nombre.

¿De qué consistía ese “arduo trabajo”, mencionado dos veces por Jesús? La palabra “arduo” de la “Reina-Valera-1960” se traduce también por “penoso”, “molesto”, “fatigoso” ¿Sería un tipo de evangelización? No lo sabemos – sólo sabemos que la Cabeza de la iglesia lo aprobó, como también las otras cualidades.

Sin embargo, ese Conocedor de los corazones detectaba algo que andaba mal, algo que hacía peligrar la obra suya en Éfeso y alrededores. Era una creciente falta del ingrediente clave: “el primer amor”. Incluso les dice que ya habían dejado ese “primer ágape”. La palabra “ágape”, usada aquí, encierra no tanto lo que se puede describir como amor romántico, sino más bien amor devocional, es decir, totalmente devoto o consagrado a un objeto. Ese objeto puede ser una persona, un animal, o una cosa inánime. Y, naturalmente, Dios mismo también puede ser el objeto de nuestro ágape. Eso es precisamente lo que desea; el Padre a tales adoradores busca – que le adoren, en espíritu y en verdad.

Desviación fatal

El ágape de los cristianos efesios había encontrado otro objeto para enfocarse y rendirse. Dios todavía era objeto de su amor, pero ya no del “primer amor”. Tuvo que “contentarse” con un segundo o tercer lugar, para un segundo o tercer amor. Pero ¡qué problema!, Dios no se contenta con un segundo o tercer lugar. Hablando del creyente y de la congregación, sólo Jesucristo tiene derecho al primer lugar y al primer amor. Cambiar el primer amor-ágape a cualquier otro objeto constituye “adulterio” (Stg. 4:4).

El trabajo del creyente, o de la congregación, puede ser “arduo”, pero no es lo que Él busca. Lo que busca son corazones que “ardan”. Citando a Isaías Jesús dijo: “Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí” (Mc. 7:6).

Resultados fatales

Cuando mengüe ese amor, ¿qué resulta? Lo vemos en el caso de los efesios neotestamentarios. Al menguar ese ardor de corazón hacia Él, el ardor de la lámpara del testimonio también mengua. La luz del testimonio de Cristo terminará por desaparecer completamente. Así lo dice el Señor. Él mismo quita de su lugar el candelero…

Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido..”

La iglesia de Cristo en Éfeso estaba quedando ya en una “prefosilización”. Todavía seguiría mucho tiempo en su lugar, algunos siglos incluso. Tenía su importancia, daba algún testimonio, hacía alguna evangelización. También hospedó, en el año 431, el tercer “Concilio Ecuménico”. Pero la luz de Cristo dejó de brillar… ¿No había desaparecido el “primer amor”? Sin ese “primer amor”, la “vida” se apaga, la “luz” se extingue. Pero, ¡eso sí!, quedó una hermosa serie de “fósiles”…

Tu prefosilización

¿Cómo andan las cosas en tu corazón y en tu congregación..? ¿De camino hacia una fosilización? Hablando de congregaciones – en muchas no hay ni evangelización. En otras, sí, hay algún esfuerzo, pero sin mucha convicción. Luego, otras despliegan un gran esfuerzo, y mucha fe en el talento organizador de los líderes y en la elocuencia del predicador – todo lo cual rinde algunos resultados. ¿Y ese “primer amor”? ¿Qué veredicto da la Cabeza de la iglesia? ¿Será igual al pronunciado sobre esa iglesia neotestamentaria ejemplar, la de Éfeso..?

Es una caída, decía Jesús, de la cual ella necesitó arrepentirse, para luego volver a hacer “las primeras obras”. Entendemos que las “primeras obras” tienen que ver todo con el “primer amor”. Una evangelización, u otra actividad, si no sale de un auténtico “primer amor”, nunca puede ser reconocida por el Señor como “primeras obras”.

Cleofas y su esposa

La pareja de Lucas 24 descubrió quién enciende el corazón, y cómo lo hace:

1) Un corazón quebrantado se abre al Cristo vivo.
2) El Cristo vivo le abre la Escritura.
3) Ese corazón se enciende en amor.
4) En consecuencia los pies corren con el mensaje.

Sus pies deben de haber estado extremadamente cansados después de los casi 13 km de camino, pero no tuvieron problema en recorrer de nuevo la misma distancia, y ya de noche, sólo para compartir “la buena nueva” de la resurrección.

Aceite y pábilo

Es notable que Jesús llama a ese matrimonio “insensatos y tardos de corazón…” Describe la condición del pábilo (o mecha) de la lámpara de aceite. Se ha hecho duro y ya no deja pasar bien el aceite – es el principio del fin para aquella luz. Si no llega suficiente aceite, la llama empieza a menguar. En lugar de luz produce cada vez más humo. Al final se apaga completamente.

En Apocalipsis 1:12-13 y 2:1 el Cristo resucitado es visto como el Sumo Sacerdote que atiende a las lámparas de los siete candeleros, estando en medio de ellos. Básicamente hay dos cosas que el sacerdote allí mira con todo cuidado: 1) que no falte el aceite, 2) que los pábilos se mantengan frescos, flexibles.

En el caso de Cleofas y esposa, eso es lo que vemos: el Cristo vivo administra el “aceite” a través de la Escritura abierta, y les renueva el “pábilo” a través de sus corazones abiertos. Decían: “¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?”

Evangelizar hoy

En cuanto a la evangelización, la que hoy podamos emprender, ¿no es esencialmente la misma que la que “emprendiera” el matrimonio de Emaús? El mensaje sigue sencillo. Nuestro testimonio a vecinos, amigos, colegas y otros, todavía está queriendo brotar de corazones ardientes. Al alcance están los niños, los jóvenes, los matrimonios, los ancianos.

Para evangelizar en el conjunto de los demás en la congregación, alguna organización puede necesitarse, pero lo verdaderamente imprescindible es la oración – la oración que, en su “primer amor”, mira al Señor por guía y capacitación. No es “entusiasmo”, no es “buena voluntad”, no es “la emoción”, no es “llevar a cabo un programa”, no es “profesionalidad”, no es “música y canto”, no es “arduo trabajo”. Por buenas que sean estas cosas.., no son las que Dios busca. David lo dice así: “He aquí, como los ojos de los siervos miran a la mano de sus señores, y como los ojos de la sierva a la mano de su señora, así nuestros ojos miran al Señor nuestro Dios” (S. 123). Se trata del estar pendientes de Él.

Concretamente ¿qué puede estar faltando?

Si falta el “primer amor”, es porque falta el corazón abierto al Sumo Sacerdote para que lo llene, lo flexibilice y lo encienda por medio de la Escritura. En términos más concretos, estamos hablando del tiempo diario de entrega a la lectura, a la meditación y a la oración… – ¡cuando se busca el rostro del Resucitado! Deja este tiempo diario de recogimiento y de amor devocional, y estás dejando tu “primer amor”. Las “primeras obras”, las que el Señor exige, se hacen imposibles. La luz se apaga. La fosilización está en marcha…

¿Quieres darle marcha atrás, o prevenirla? Entonces, empieza por el principio, por el primer amor; deja las actividades, incluyendo la evangelización. Esto viene después. El corazón debe arder primero, luego no tardarán los pies y la boca en moverse con el “alegre mensaje”.

Unos consejos de “antifosilización”

Confía en el Señor, y haz el bien; y habitarás en la tierra, y te apacentarás de la verdad. Deléitate asimismo en el Señor, y él te concederá las peticiones de tu corazón. Encomienda al Señor tu camino, y confía en él; y él hará. Exhibirá tu justicia como la luz, y tu derecho como el mediodía” (S. 37:3-6).
Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre. Me invocará, y yo le responderé; con él estaré yo en la angustia; lo libraré y le glorificaré. Lo saciaré de larga vida, y le mostraré mi salvación” (S. 91:14-16).
Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios” (Hb. 12:1-2).