INTRODUCCIÓN
La Unión Misionera Neotestamentaria, la que publica este artículo, es un sencillo equipo de obreros misioneros (o plantadores de iglesias), que desde 1902 viene trabajando para su Señor, mayormente en América Latina, pero también en Africa y Europa.
Dios, en su gracia y fidelidad, da luz para captar las verdades reveladas en su Palabra, verdades que no solo necesitan ser vistas, sino también abrazadas. Aquí presentamos una buena parte de las que hasta ahora hemos visto. Lo hacemos en la forma de un humilde esbozo. ¡Fíjense bien, no es más que eso: un esbozo, es decir, algo muy resumido! Lo hacemos con amor y oración. En las manos del Gran Alfarero este artículo podrá llegar a ser toda una cosa útil para la orientación de todos sus lectores, sean de los que ya tienen la seguridad de salvación en Cristo, o sean de los que aún no la tienen. Para que sea eficaz esta orientación, se deben escudriñar detenidamente los pasajes bíblicos de referencia. Con este fin están allí.
El lector debe entender, que las listas de dichos pasajes podrían ser mucho más largas. Por razones de espacio nos hemos tenido que limitar a una cierta selección en cada uno de los 40 puntos.
Debe entenderse también que el ofrecerle 40 puntos no significa que con esto los tesoros de “Todo el Consejo de Dios” (Hechos 20:27) ya estén agotados, o que empiecen a escasear. La Palabra de Dios es un manantial inagotable (Mateo 13:52). Damos esta serie en su presente forma, porque, a nuestro entender y en nuestra experiencia, cada uno de los “puntos” dados reviste una gran importancia en la edificación y preparación, tanto de creyentes individuales, como de congregaciones.
Las Escrituras
1. Toda Escritura (sin incluir los “libros apócrifos”) es inspirada por Dios en su forma original. Por lo tanto es infalible, sin error y no se contradice. La Biblia no solo “contiene” la Palabra de Dios, también es la Palabra de Dios. Cualquier otra supuesta fuente de revelación debe ser rechazada. El Antiguo Testamento se completó antes de la venida de Cristo. El Nuevo Testamento fue escrito después. Los libros bíblicos, en realidad, no son 66 en número, sino 70, ya que Los Salmos no es un solo libro, sino cinco. De la Biblia deriva el creyente toda su bendición, crecimiento, guía moral, autoridad etc.
– Deuteronomio 29:29; Salmos 19:10; 119:105; Proverbios 30:5-6; Mateo 4:4; 7:24-27; 24:35; Juan 5:39; 2 Timoteo 3:16-17; 2 Pedro 1:21.
Dios
2. Hay un solo Dios vivo, verdadero y eterno, quien, desde toda la eternidad, existe en tres personas distintas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. El Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios.
– Genesis 1:26; Isaías 9:6; Mateo 28:19; Lucas 3:22; Juan 1:1; Hechos 5:3,4; 1 Corintios 8:6; 2 Corintios 13:14; Tito 2:13.
La Creación
3. Creemos que todas las cosas tienen su origen en la creación directa de Dios, y que nunca puede haber, ni hubo, la más mínima evidencia de la llamada ‘macro-evolución’. Cierta ‘micro-evolución’ puede tener lugar dentro de la misma especie del ser viviente, pero una evolución entre especies (por ejemplo, de vacas a ballenas, o de peces a pájaros) no es más que especulación – de ‘ciencia’ no tiene nada. Ni hay base alguna para declarar que el universo, con todo lo que contiene, haya ‘evolucionado’ espontáneamente desde ‘la nada’ a la existencia, es decir, sin la intervención sobrenatural de una inteligencia creadora.
En cambio, las evidencias de diseño inteligente y ‘premeditado’ de toda la naturaleza y del mismo universo son superabundantes. Junto con la Biblia apuntan a un Creador directo y sobrenatural, quien es también el Sustentador de todo.
La más convincente prueba de la existencia y realidad del Creador está en su nueva creación: las vidas transformadas de sus hijos, los cristianos.
– Genesis 1 & 2; Lucas 8:27-39; 2 Corintios 4:6; 5:17; Hebreos 1:2b, 10; 11:3; Apocalipsis 4:11.
El Hombre
4. El hombre, hecho a la imagen de Dios, y conforme a su semejanza, es un ser tripartito: espíritu, alma, cuerpo. El alma, centro de su personalidad, tiene, basicamente, tres facultades: las emociones (también llamadas el corazón), la mente y la voluntad (vea el hermoso ejemplo en Marcos 5:33).
– Genesis 1:26; 1 Corintios 2:9; 1 Tesalonicenses 5:23.
El Matrimonio
5. Al no parecerle bueno al Creador que el hombre estuviera solo, le creó una compañera y se la dio. Dios Mismo los ‘casó’, para que se amaran durante el resto de sus vidas, fueran “una sola carne” y se multiplicaran. Descubrimos que el matrimonio es exclusivamente heterosexual y que en el propósito del Creador no hay lugar para el repudio, el adulterio y la poligamia, también que las relaciones sexuales solo pueden expresar dentro del vínculo matrimonial lo que es el amor (incluyendo el amor ‘eros’), es decir: en toda su plenitud y belleza.
– Génesis 2:18-24; Malaquías 2:14-16; Mateo 19:3-9; Romanos 1:26-27; 1 Corintios 7:2, 39; 11:11-12; Efesios 5:22-33; 1 Tesalonicenses 4:3-5; Hebreos 13:4.
Los Ángeles
6. Antes de los hombres ya habían sido creados los ángeles y demás seres celestiales. Están al servicio de Dios y de los que heredan la salvación.
– Job 38:4-7; Salmos 32:7; 91:11-12; 103:19-21; Daniel 7:10; Juan 1:51; Hebreos 1:14.
El Mal
7. Lucero, el “hijo de la mañana”, gran querubín protector, pecó y fue condenado, llegando a ser: satanás, el diablo, la serpiente antigua, el padre de mentira, el homicida desde el principio, el príncipe de las tinieblas, el acusador de los hermanos, etc. Desde Génesis 3 no hace más que llamar a la rebeldía contra Dios: ¡el pecado!
Su existencia y actividad, y las de los demonios, son patentes en el mundo, y ampliamente documentadas en las Escrituras.
– Job 1:6-2:7; Isaías 14:12-15; Mateo 4:1-11; Juan 8:44; Efesios 6:11-16; Apocalipsis 12; 20:1-10.
8. El hombre, ‘corona’ de la creación y mayordomo en la tierra, cayó en pecado, muerte y condenación, al ser tentado por satanás. Arrastró consigo a toda su descendencia, la humanidad. Toda la creación quedó seriamente afectada. Uno de los primeros juicios divinos era el del ‘diluvio universal’.
– Génesis 3-8; Salmo 8:3-8; Romanos 5:12; 8:20-22.
9. Al nacer todos los hijos de Adán con la herencia de una naturaleza depravada y perdida, no hay manera en que se salven a sí mismos, ni del pecado, ni de las consecuencias del mismo.
– Génesis 6:5; Jeremías 17:9; Romanos 3:9-19; Efesios 2:1-3; Tito 3:3-7.
La Obra Redentora
10. El Verbo, el eterno Hijo de Dios, se hizo carne al ser concebido por obra del Espíritu Santo en el seno de la virgen María y al nacer de ella. Dios, el Hijo, se hizo hombre perfecto. Esto es lo que sigue siendo, pero sin dejar de ser Dios.
– Isaías 7:14; 9:6; Mateo 1:18-25; Lucas 1:26-38; Juan 1:1-18; 1 Corintios 15:47; Colosenses 1:9-10.
11. Después de más de 33 años de una vida santa y un ministerio de amor y poder perfectos, fue entregado, ejecutado por crucifixión, y sepultado.
– Isaías 53; Juan 18 &19; Hechos 2:22-23; 10:38-39; 13:27-29.
12. Al tercer día resucitó corporalmente de entre los muertos, mostrándose vivo a muchos. Cuarenta días más tarde ascendió al Padre, donde ahora intercede por los suyos, los que adquirió al precio de su sangre.
– Mateo 28; Marcos 16; Lucas 24; Juan 2:18-22; 20; Hechos 2:24, 31-36; 3:15; 10:40-42; 13:30-37; Romanos 1:4; 1 Corintios 15:4-8.
13. El Espíritu Santo, tercera persona de la Trinidad, al ser “derramado” en el día de Pentecostés, formó la Iglesia de Cristo de aquellos 120 discípulos. Desde entonces la Iglesia, que es su morada, crece con el crecimiento que Él da. Está compuesta de todos los “renacidos”, en cada uno de los cuales el Espíritu Santo lleva a cabo su obra de santificación, edificación y capacitación.
– Juan 14:16-17, 26; 16:7-15; Hechos 2; Romanos 8:1-16; 1 Corintios 3:16; Efesios 2:22; 4:30; 2 Tesalonicenses 2:13.
La Salvación
14. El medio escogido por Dios para comunicarse con el hombre es el de la “revelación”. Lo hace exclusivamente al espíritu humano “quitándole el velo”. Le abre al hombre los ojos y los oídos espirituales, dándose a conocer a Sí Mismo y le muestra sus verdades. Para ello utiliza al Espíritu Santo y su santa Palabra, la Biblia.
– Mateo 11:25-27; 16:17; Juan 3:27; 16:7-15; Hechos 26:18; Romanos 1:17; 16:25-26; 1 Corintios 2:10; Efesios 1:17-23.
15. Dios ha provisto perdón, salvación, vida eterna a través del sacrificio de su Hijo en la cruz del Calvario. La sangre, derramada en expiación por nuestros pecados, le limpia al pecador que cree de todo corazón.
– Romanos 3:25-26; 5:6-11; Hebreos 9:22; 1 Juan 1:7.
16. Somos salvados y justificados, cuando, con sincero arrepentimiento, nos reconocemos pecadores y depositamos nuestra total confianza en Jesucristo, en su obra consumada en la cruz y en la resurrección. Esta salvación es por la gracia de Dios, por medio de la fe, no por obras meritorias.
– Lucas 24:46-47; Romanos 3:24; 5:1; 6:23; 10:9-13; Efesios 2:8-9; Tito 3:4-5.
17. Es el Espíritu Santo quien así transforma sobrenaturalmente en “hijo de Dios” a cualquier persona, sea moralmente corrompida y desgraciada, o aparentemente “intachable”. Tanto el uno, como el otro, necesita nacer de nuevo por la fe personal en Cristo Jesús.
– Juan 1:12-13; 3:5-8; 7:37-39; Hechos 15:7-9; Tito 3:3-7.
18. Por la obra de Cristo tenemos una redención completa para el espíritu, el alma y el cuerpo (respectivamente: justificación, santificación y glorificación). Es importante entender que la última parte, la de la glorificación, es futura, ya que el presente “cuerpo de la humillación nuestra” “se desgasta” más y más. Cuando hay enfermedades, invalidez, etc., Dios en su soberanía puede sanar, pero, si no lo hace, es porque la entrega y el testimonio del creyente que sufre la “desgracia”, puede resultar en mayor gloria para su Nombre (Job 2:1-10; 2 Corintios 4:16-18; 12:7-10). La curación, prometida en base de “su llaga” (Isaías 53:5; 1 Pedro 2:24), no es física, sino espiritual. Son curadas nuestras terribles “heridas” espirituales.
– Isaías 1:5-6; Jeremías 30:12-17; Oseas 5:13.
Al experimentar la glorificación, el cuerpo mortal del creyente (muerto ya o todavía vivo), es revestido de incorrupción, y su salvación es completa.
– Juan 5:28-29a; 1 Corintios 15:19-23; 35-57; 2 Corintios 5:1-8; Efesios 1:14; Filipenses 3:21; 1 Tesalonicenses 4:13-17.
El Progreso del Cristiano
19. Una vez salvado en Cristo y sellado con el Espíritu Santo, el creyente no se pierde. Está eternamente seguro en Cristo.
– Juan 10:27-29; Romanos 8:38-39; Efesios 1:13-14; Filipenses 1:6.
20. “El bautismo en el Espíritu Santo” coincide con el “sello del Espíritu” y el nacimiento del espíritu. Tiene todo que ver con la incorporación del nuevo creyente en el Cuerpo de Cristo, la Iglesia. No es una “segunda obra de gracia”, ni va (necesariamente) acompañado de señales extrañas e inusitadas.
– Hechos 11:15-18; 1 Corintios 12:13; Efesios 1:13-14; Tito 3:4-7.
21. El bautismo por inmersión en agua, confirmación del anterior espiritual, es un acto de obediencia y testimonio público. No hace más segura la salvación, ni añade a ella, solo exterioriza lo que ya es experiencia viva interior.
– Mateo 28:19-20; Hechos 2:41; 8:36-38; 10:47-48; Romanos 6:3-4.
22. El creyente no está bajo la ley, y ya no es de este mundo, sino que está bajo la gracia de Dios, la cual le enseña a vivir “sobria, justa y piadosamente en este mundo.” Le enseña que en Calvario él mismo fue crucificado juntamente con Cristo, de modo que él mismo ya no vive, sino Cristo en él, y que este conocimiento le llevará a “andar en vida nueva.”
– Juan 15:1-8; 17:14-16; Romanos 6:1-14; 2 Corintios 6:14-18; Gálatas 2:20; Efesios 3:14-4:6; Colosenses 3:1-4; 1 Tesalonicenses 4:9-10; Tito 2:11-14; 1 Juan 2:15-17.
23. Lo que, sobre todo, caracteriza al creyente normal es una vida de oración. Diariamente busca el rostro de su Padre celestial con el deseo de conocerle más intimamente y sus caminos, propósitos y voluntad. Esto incluye: alabanza, agradecimiento, adoración, confesión, ruego, petición e intercesión, siempre acompañados del escrutinio de su Palabra.
Mateo 6:5-13; 7:7-11; 9:37-38; 17:19-21; Lucas 18:1-8; Filipenses 4:6; Hebreos 4:14-16; 1 Pedro 3:7, 12.
24. Los creyentes, “ciudadanos del cielo”, son recogidos en la presencia de Cristo cuando mueren, aunque, por ahora, sus cuerpos muertos vuelven al polvo. El incrédulo, por el contrario, es recogido en el “Hades” (el lugar de los difuntos), donde solo le queda esperar la “segunda resurrección” para ser juzgado.
– Eclesiastes 12:7; Daniel 12:2; Juan 5:28-29b; Filipenses 1:21-23; 3:20; Apocalipsis 20:5a.
25. En la Biblia destacan, tanto la gloria eterna de los salvados en Cristo, como el castigo eterno de los que rechazan la salvación y rehusan someterse a Cristo.
– Daniel 12:2; Mateo 25:46; Juan 4:14; 5:24, 28-29; Efesios 2:6-7; Apocalipsis 20:15.
El Futuro
26. Según su promesa y las muchas profecías, Jesucristo volverá. Pero antes de poner pie en tierra, arrebata (o rapta) a todos los que le pertenecen, los que “están en Cristo”, incluyendo a los que ya han muerto. Juntos iremos a su encuentro en el aire. Es en ésta, la “primera resurrección”, que recibimos nuestros cuerpos nuevos.
– Juan 14:1-3; 1 Corintios 15:22-24; 51-57; Efesios 1:13-14; Filipenses 3:20-21; 1 Tesalonicenses 1:10; 4:13-17.
27. Acto seguido son celebrados el “Tribunal de Cristo” y las “Bodas del Cordero”. Solo los creyentes (renacidos), pero todos ellos, comparecen ante ese singular tribunal (no los meramente religiosos). Sus vidas de cristiano serán juzgadas sobre la base de lo que han hecho (o no hecho) mientras estaban en la tierra. El Juez se pronunciará y habrá “recompensas” y “pérdidas”.
– Proverbios 24:10-12; Romanos 14:10-12; 1 Corintios 3:11-15; 2 Corintios 5:9-10.
Las “Bodas del Cordero” serán la ocasión más gozosa de todos los siglos. La “Esposa”, el conjunto de todos los redimidos, se une a su Amado.
– Salmo 45; 2 Corintios 11:2; Efesios 5:25-27; Apocalipsis 19:7-9.
28. En este ‘ínterim’ Israel es juzgado en la tierra durante la “Gran Tribulación” de 7 años cuando el Anticristo (la “Bestia”) está en el poder.
– Jeremías 30:7; Daniel 9:27; Mateo 24:9-29; Juan 5:43; 2 Tesalonicenses 2:3-12; Apocalipsis 13.
Luego, para reinar por mil años en la tierra, Cristo aparece e interviene. Trae juicio sobre el Anticristo, su “Falso Profeta”, y sobre las naciones. Satanás es atado.
– Daniel 2:31-45; Zacarías 14; Mateo 24:30-31; 25:31-46; Hechos 1:11; 2 Tesalonicenses 1:6-10; Apocalipsis 19:11-20:4.
29. Por fin las promesas hechas a patriarcas y profetas se cumplen: Todo Israel, es decir, su “remanente”, lo que queda del terrible ‘holocausto’ de la “Gran Tribulación”, la población israelita mundial, es salvo, y todas las naciones son benditas en él. Por mil años su Mesías, el Hijo de David, reina sobre el mundo desde Jerusalén.
– Génesis 12:2-3; Isaías 54, 55, 60; Jeremías 23:5-8; 30:8-10; 31:1-40; Miqueas 4:1-7; Zacarías 9:16-17; 12:1-14; Romanos 11; Apocalipsis 1:7.
30. Al final del “Milenio” la “segunda resurrección” hace comparecer ante el “Gran Trono Blanco” a todos los que no habían resucitado en la primera. Tiene lugar el último juicio, y la “muerte segunda” en el “lago de fuego”. Después, por fin: cielo nuevo y tierra nueva.
– Isaías 66:22; Daniel 12:2-3; Apocalipsis 20:11-21:1.
La Iglesia
31. Todos los redimidos juntos forman un organismo, llamado “la Iglesia de Cristo”. Es universal y en la tierra cubre el período de la presencia del Espíritu Santo, desde Pentecostés hasta “el día de Cristo”. Es presentada como la “casa” (o “templo”) de Cristo, también como su “esposa”, y como su “cuerpo”. Cristo mismo es la “cabeza”, los creyentes son los “miembros” que le deben total sumisión a la cabeza. El Espíritu Santo, que mora en la Iglesia, quiere, a través de ella, llegar con el evangelio “hasta lo último de la tierra”.
– Mateo 16:18; Hechos 1:8; 1 Corintios 12:12-27; Efesios 1:22-23; 4:15-16; 5:24-32; Filipenses 1:6; Colosenses 2:18-19; 1 Tesalonicenses 1:2-10.
32. La “iglesia local” neotestamentaria, compuesta de un mínimo de “dos o tres” creyentes, busca expresar, con toda sencillez, estas realidades espirituales, allí donde fue colocada por su Señor.
– Mateo 18:15-20; Hebreos 10:23-25.
33. En la Palabra no encontramos ‘sacramentos’, solo dos ‘ordenanzas’: el bautismo por inmersión del nuevo creyente, que simboliza su sepultamiento y resurrección con Cristo; y el partimiento del pan en la “Mesa del Señor”. Todos los creyentes en comunión participan del pan y de la copa en recuerdo de Cristo, de su sacrificio y de su victoria, “hasta que él venga”.
– Hechos 10:47-48; 20:7; Romanos 6:3-4; 1 Corintios 10:16-17; 11:23-32; Colosenses 2:12.
34. Tenemos el privilegio de dar de nuestros bienes a la obra de Dios, alegre, generosa y regularmente. En el Antiguo Testamento regían para esto las leyes del diezmo. En el Nuevo el pueblo de Dios no está bajo tal ley, sino que voluntariamente aparta lo que puede, en proporción con lo que recibe de Dios. Puede ser un 10%, como en Israel, o puede ser más. Sin pedidos, ni colectas, los hermanos dan discreta y secretamente.
– Mateo 6:1-4; 1 Corintios 16:2; 2 Corintios 8:2-5, 12, 19; 9:2, 5-7; Filipenses 4:14-20.
35. El maligno no deja de “sembrar cizaña” y de “meter levadura” entre los hijos de Dios, lo cual crea la seria y constante necesidad de vigilar. La disciplina del amor obra por medio de la oración, la exhortación, amonestación y reprensión, pero también, en ciertos casos, por la separación de comunión, efectuada por la congregación entera.
– Mateo 13:24-43; 18:15-20; Hechos 20:28-31; Romanos 14:1; 1 Corintios 5; Gálatas 6:1; 1 Tesalonicenses 5:14; 2 Tesalonicenses 3:6-15; Tito 1:10-16; 3:8-11; Hebreos 10:24-25; 12:4-16; Apocalipsis 3:14-22.
Los Ministerios
36. El Señor de la Iglesia ha repartido dones del Espíritu a cada creyente sin excepción, para que con ellos le sirva. Los más nuevos y menos desarrollados están incluidos. Todos están pendientes de la “Cabeza” para que los utilice en oración, testimonio, proclamación, enseñanza, visitación, etc.
– Romanos 12; 1 Corintios 12:7, 11; Efesios 4:7; 1 Pedro 4:10.
37. En la iglesia del Nuevo Testamento el don de profecía tenía un lugar de gran importancia, pero, aparte de algunos instantes aislados, no se trataba de la ‘predicción’ del futuro. Profetizar era, y es, sencillamente transmitir la Palabra de Dios, como en el Antiguo Testamento hacían los profetas, cuando decían: “Así ha dicho el Señor …” Quien conoce la Palabra de Dios, la transmite, la profetiza. A este don todos los creyentes deben aspirar.
– Números 11:29; Hechos 2:17-18; 1 Corintios 14:1, 3, 24, 31-32, 39.
38. La mujer creyente, miembro del mismo “cuerpo”, y “sacerdote en Cristo”, puede ejercer varios ministerios de alto valor, siempre que no sean de ‘gobierno’.
– Mateo 28:10; Hechos 2:17-18; 21:8-9; Romanos 16:1-7, 12; 1 Corintios 11:5; Gálatas 3:28; Filipenses 4:2-3; Tito 2:3-5; Apocalipsis 1:6.
(Los pasajes de 1 Corintios 14:34-35 y 1 Timoteo 2:12, citados a menudo para prohibirle ciertos ministerios, no deben usarse fuera de su contexto. Tratan, no de ministerio, sino del matrimonio y de un hablar indecoroso.)
39. Cada congregación necesita para su desarrollo normal la supervisión y el pastoreo de ancianos, también llamados “obispos”. Son creyentes maduros, escogidos de la misma congregación por el Espíritu Santo. Esto ocurre cuando, por medio de mucha oración, los hermanos, entre todos, llegan a la unanimidad espiritual sobre la identidad de los dos o tres (o más), que han de servir al Señor en esta capacidad. Los obreros (plantadores de iglesias) les imponen las manos en medio de la congregación.
Su ministerio y autoridad son puramente espirituales. No reciben estipendio, ni salario.
Los diáconos, los que se ocupan de los bienes y quehaceres materiales, son escogidos de igual manera.
– Hechos 6:1-4; 14:23; 20:17, 28; 1 Tesalonicenses 5:12-13; 1 Timoteo 3:1-13; Tito 1:5-9; Hebreos 13:7, 17.
40. La congregación siempre busca dar expresión al mensaje del amor y de la salvación de Dios a todos los que la rodean, también en los campos más allá de su propia región o país, dispuesta a que salgan de en medio de ella misma nuevos misioneros.
– Juan 4:35; Hechos 9:31; 13:1-3; 20:4; Romanos 12; 15:14; Gálatas 6:10; Efesios 5:11-20; Filipenses 1:27-30; 1 Tesalonicenses 1; 2 Tesalonicenses 3:1; Judas 3.