EL ABORTO – ¿Opción Cristiana?

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Susana Bohlin


El aborto es uno de los temas más divisivos y polémicos de nuestro tiempo. La gente suele tomar posiciones firmes acerca del aborto. No es una cuestión social de simples preferencias, sino un asunto de vida y muerte.

¿Por qué es un tema tan volátil el aborto?

El aborto pone en evidencia el conflicto entre dos cosmovisiones divergentes. El punto de vista humanista dice: “El hombre es la norma más alta existente. No tenemos que responder ante nadie, así que, hagamos lo que nos parezca bien”. El punto de vista cristiano dice: “Respondemos ante Dios, y Él nos ha ordenado no matar. Siempre debemos someter nuestros deseos y nuestras preferencias a la autoridad de su Palabra”.

Yo creo que la verdadera razón por la que vemos que el compromiso con la disponibilidad del aborto sea tan emocional y tenaz, yace, en realidad, más al fondo que el tema del mismo aborto – lo que se busca es una libertad sexual que no tenga que contar con consecuencias desagradables.

Nuestra cultura tiene programado de forma definida un apoyo a todo lo que sea expresión sexual. Cuesta encontrar una película nueva, un programa de televisión exitoso o una canción popular que no respalde esta visión del sexo. Cuando la directora del Centro de Crisis de Embarazos (Crisis Pregnancy Center – CPC) de la ciudad de Dallas ofreció a un distrito escolar hacer una presentación en apoyo de la abstinencia hasta el matrimonio, fue rechazada. Tenían su propia presentación, la que incluía dispositivos anticonceptivos, y no podían dejar que ella hablara del autocontrol un día si al día siguiente ellos iban a persuadirles a los chicos de la necesidad de usar preservativos.

Como sociedad, somos sorprendentemente esquizofrénicos acerca de este tipo de cosas. Mi hijo, que nació en 1982, es integrante de facto de lo que están llamando la “Clase sin Humo de 2000”. A nadie se le mueve un pelo ante este objetivo nacional meritorio de lograr que se gradúe toda una clase de no fumadores, pero la gente se ríe burlonamente ante la idea de que los chicos no tengan relaciones sexuales. ¿Qué es más fácil de conseguir, una pareja sexual o un cigarrillo?

Los adolescentes son cada vez más francos acerca del hecho que están teniendo relaciones sexuales, y esto refleja las costumbres sexuales que observan en las películas, la televisión y la música. Toda la sociedad se está relajando al punto que las personas que han escogido mantenerse castas son ridiculizadas abiertamente en programas como los de Geraldo y Doogie Howser, tan populares en EEUU. Cuando este último, un joven héroe televisivo y modelo para la juventud, anunció su decisión de perder su virginidad, se alabó como “sexo responsable”; mientras que la pareja que no convive antes del matrimonio recibe la pregunta: “¿Por qué no?”

La civilización occidental ha estado recorriendo este camino por mucho tiempo. Con la aparición del humanismo en la época del Renacimiento, las sociedades comenzaron a alejarse de las leyes y de los caminos de Dios. La época de la Ilustración trajo la adoración virtual de la naturaleza. Una vez que la naturaleza – y no el Dios de la Biblia – se convirtió en la norma para la moralidad, la gente comenzó a creer que, dado que los humanos eran simplemente un producto de la naturaleza, todo lo que hicieran sería normal, y aun bueno. El sexo es natural, es poderoso, así que, la consecuencia lógica fue que la expresión sexual fuera considerada como una parte natural y normal de toda la existencia humana, es decir, en cualquier circunstancia (sin estar limitada por vínculos matrimoniales) y prácticamente en el nivel de comer y dormir.

No es ninguna coincidencia que los dos temas más candentes de nuestro día sean el aborto y la homosexualidad, ya que en ambos subyace una insistencia en la libertad sexual mientras que a Dios y a sus leyes se da la espalda.

Teniendo en cuenta el ambiente sexualmente cargado en el cual vivimos, no es sorprendente que tantas personas estén teniendo relaciones sexuales fuera del matrimonio, y embarazándose. Por lo que el aborto es considerado como una goma de borrar – la gente trata de librarse de las consecuencias de su actividad sexual. El hecho es que hay embarazos como consecuencia del incesto y la violación. Algunas mujeres quedan embarazadas por el pecado de otra persona. Pero, ¿acaso esto hace que sea correcto matar al bebé que ha sido concebido?

El punto de vista bíblico acerca de los bebés no nacidos

Históricamente, la principal razón de perpetrar el aborto ha sido la de ocultar la evidencia de una actividad sexual. Uno de los padres de la iglesia primitiva, Clemente de Alejandría, sostenía que “quienes usan remedios abortivos para ocultar su fornicación provocan no sólo el asesinato indiscutible del feto, sino de toda la raza humana también”. [1]

A los defensores de la posición “pro-choice” (la que aboga por la libertad de elección) no les gusta el uso de la palabra “homicidio”. Sostienen que nadie sabe realmente cuando comienza la vida humana, y prefieren creer que la idea, de que lo que se concibe en la concepción sea una “persona”, es dogma religioso y, por lo tanto, no válida. Es ciertamente una vida humana la que se forma en la concepción. El cigoto, no siendo más todavía que una sola célula, ya contiene 46 cromosomas, aportados por partes iguales por cada padre, en una configuración única que nunca existió antes ni jamás existirá después. No es una vida vegetal ni una vida animal, ni es tampoco un simple tejido, como un tumor. Desde el momento de la concepción, la nueva vida es genéticamente diferente de su madre, y no es parte de su cuerpo, como sus amígdalas o su apéndice. Este nuevo ser humano es un individuo aparte que vive dentro de la madre.

La Biblia no aborda específicamente el tema del aborto, tal vez porque está cubierto por el mandamiento: “No matarás” (Ex. 20:13). Pero, sí, da una perspectiva de cómo ve Dios a los bebés no nacidos. En el Antiguo Testamento, la palabra hebrea para los no nacidos (yeled) es la misma palabra usada para niños pequeños. El idioma hebreo no tenía, ni necesitaba, una palabra aparte para los bebés antes de nacer. Todos los niños eran niños, independientemente de si vivían adentro o afuera del vientre. En el Nuevo Testamento, se usa la misma palabra para describir a Juan el Bautista, cuando aún no había nacido, y al bebé que ya había nacido, como el mismo Jesús. En la Biblia el proceso del parto no cambia para nada el valor o el estado del bebé.

Encontramos en el salmo 139:13-16 una perspectiva maravillosa de la íntima participación de Dios en el desarrollo y la vida de bebé antes de nacer:

“Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien. No fue encubierto de ti mi cuerpo, bien que en oculto fui formado, y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas.”

Todas las personas, independientemente de las circunstancias de su concepción, o si son sanas o están discapacitadas, han sido “entretejidas” por los dedos de Dios. Él ha planeado todos los días de la vida del niño, todavía sin nacer, antes de que haya transcurrido uno solo de ellos.

A veces, oímos un argumento “pro-elección” que dice que la Biblia no asigne el mismo valor a la vida de los bebés no nacidos que a los niños ya nacidos y desarrollados, y se cita un pasaje del Antiguo Testamento sobre la ley acerca de daños personales. Éxodo 21:22-25 indica dos castigos en caso de golpear a una mujer embarazada durante una riña. Si el golpe resultara en un “aborto”, entonces el castigo era una multa. Es un caso, no de un bebé abortado, sino de un embarazo “abortado” o “interrumpido”, lo cual significa un nacimiento prematuro. El castigo era para una situación donde no había ocurrido nada serio. Si había una herida seria o una muerte, el ofensor era castigado severamente con la misma herida que había infligido. Si la madre o el niño moría, el ofensor debía ser muerto. Esto muestra en realidad muy elocuentemente cuán valioso consideraba Dios tanto a la madre como al bebé no nacido.

Síndrome post-aborto

Después de tener un aborto, muchas mujeres tienen una sensación de alivio por haber evitado la tensión y la responsabilidad de un embarazo y de un bebé, pero con el tiempo el haber cometido un aborto causa serios daños emocionales a millones de mujeres.

La Asociación Psiquiátrica Americana ha identificado al aborto como uno de los factores estresantes que pueden detonar el trastorno de estrés post-traumático (post-traumatic stress disorder – PTSD). Muchos de nosotros asociamos el PTSD con los veteranos del campo de batalla que sufren los efectos de la guerra, pero el síndrome post-aborto es una forma de PTSD que igualmente afecta a las mujeres que han tenido abortos.

La muerte de un niño es uno de los mayores puntos de estrés que una persona puede experimentar en la vida. El síndrome post-aborto es el estrés emocional que resulta de no hacer duelo, de no permitirse sentir el dolor y el sufrimiento que forma parte de la pérdida de un ser querido. Para ser emocionalmente sanos, todos necesitamos el duelo, un profundo sentido de tristeza cuando la muerte nos toca de cerca; pero ¿qué hacer cuando la sociedad te dice que no hay ningún motivo de estar triste? Si una persona no reconoce su necesidad de estar apenada por su bebé que murió, o si no permite que le surja la tristeza, ese dolor emocional a algún lado tiene que ir. Frecuentemente, luego del aborto, una mujer pasa a lo que un consejero de Crisis-de-Embarazo describió como “modo autodestructivo”: tiene relaciones amorosas, se embaraza nuevamente, se autocastiga y, en general, demuestra todas las variaciones propias de una depresión severa.

Según el nivel de estrés de una persona, el síndrome post-aborto puede aparecer dentro de semanas o meses después del aborto, o la reacción puede demorar más, típicamente, tardando siete u ocho años. Las mujeres que experimentan el síndrome post-aborto suelen tener una sensación de culpa confusa y abrumadora. Un estudio indicó que el 92 por ciento de las mujeres que han tenido un aborto sienten culpa. [2] Una mujer, participante de un grupo de terapia post-aborto, dijo que después de su aborto estaba obsesionada por el recuerdo. Escuchaba una vocecita en su cabeza: “Aborto, aborto; eres una persona terrible, espantosa”. [3] Para muchas mujeres, la culpa y la vergüenza se expresan a través de una ira profunda – hacia los médicos y los consejeros del aborto – por dañarla a ella y a su bebé. Lo siente hacia su esposo, su novio, o sus padres por presionarla a tener el aborto, y hacia sí misma por embarazarse y haberse sometido al aborto.

Muchas mujeres que tratan con los efectos del aborto dedican mucha energía emocional a negar la muerte y a negar que lo que hicieron estuviera mal. Una mujer usa la negación para evitar enfrentarse con el hecho que su hijo fue matado y que ella permitió que sucediera. Una joven rogó a mi hermana que no la dejara sola el día que iba tener un aborto. Esta joven dolorida trató de contener sus sentimientos contando chistes sobre bebés muertos toda la tarde.

El aborto no es una goma para borrar un error o una cosa inconveniente. Cada aborto tiene más de una víctima – las mujeres, tanto como sus bebés, son las víctimas de los abortos. Es esencial que una mujer esté dolorida y triste por su bebé y enfrente su papel en la muerte. De hecho, las mujeres que se permiten la experiencia de duelo y que entienden su necesidad al respecto, no tienen la misma probabilidad de experimentar el síndrome post-aborto. Pero es aún más esencial que las mujeres que hayan tenido abortos acepten que realmente ha habido una muerte, que infligir un aborto es pecado, y que la muerte del Señor Jesucristo ha cubierto todos los males que hayan cometido alguna vez. Ningún pecado – ni siquiera el aborto – es mayor que el poder de su sangre, y Él ofrece el perdón total y la purificación total a todos los que quieran acudir a Él en fe.

La historia de los Sawyer

Esteban y Teresa Sawyer nunca olvidarán la fecha de fines de octubre de 1990. Teresa tenía un embarazo de cuatro meses, y su médico había sugerido: “Teresa, tienes 35 años; hagamos una prueba neurológica al bebé. Es un simple análisis de sangre”. Seguro, Teresa no tenía problema… hasta esa fecha, cuando llegaron los resultados del análisis.

El análisis de alfa-fetoproteína indicaba que su recuento de glóbulos era sumamente bajo. El valor normal era 450, y ella tenía 120. Este análisis tiene tres partes, y la parte que dio el resultado tan anormal era la que se hace para ver si existe el síndrome de Down. Ni Esteban ni Teresa estaban preparados de ninguna forma para la noticia tremenda de que su bebé pudiera tener algo seriamente anormal.

Este bebé se había anunciado de sorpresa para los Sawyer, quienes ya tenían dos chicos muy activos, y no habían estado calculando con otro más. Pero, siendo auténticos creyentes, sabían que siempre hay que tener en cuenta el divino sentido de humor.

Más tarde, hicieron otro análisis de alfa-fetoproteína. A pesar de lo improbable tenían esperanza, pero la ansiedad se asomaba cuando aguardaban la llegada de los resultados del laboratorio. Los resultados fueron tan anormales como la primera vez. El médico informó a Esteban y Teresa de su opción de abortar al bebé, ya que había una indicación casi segura de que fuera discapacitado. Pero eso nunca fue una opción para ellos. Entonces los médicos quisieron hacerle una amniocentesis a Teresa (es decir, una prueba prenatal común que consiste en extraer una pequeña muestra del líquido amniótico que rodea al feto para examinarlo con el fin de poder detectar defectos genéticos de nacimiento) – ellos también se negaron a hacerla.

A esta altura, los amigos de los Sawyer tenían dos perspectivas diferentes. Sus amigos de la iglesia eran tremendamente solidarios, tanto emocionalmente como en oración. Sus amigos fuera de la iglesia les preguntaban: “¿Por qué no se hacen una amnio?” Esteban y Teresa estaban encantados, en medio de su temor, por poder compartir su fe en que Dios era quien estaba en control: “No importa cuáles pudieran ser los resultados del análisis. No vamos a abortar a este bebé. Con una amniocentesis se corre cierto riesgo de perder al bebé, o de un parto prematuro, y realmente no queremos arriesgar la vida de nuestro bebé a cambio de cinco meses de tranquilidad mental”.

A los siete meses de embarazo, el médico hizo un sonograma especial y extensivo para medir el fémur del bebé. Los bebés con síndrome de Down tienen miembros más largos que los normales, pero el médico no podía ver nada inusual en los huesos del bebé. Y tampoco podía ver la cara del bebé. La espera y la intriga siguieron dos meses más.

Cuando llegó el momento, Teresa tenía una cesárea programada. Mientras la preparaban para la cirugía, cayó en la cuenta que en cuestión de instantes sus vidas pudieran cambiar para siempre. Ese tipo de temor se siente como una dura pelota de hielo en el estómago. Pero Esteban y Teresa estaban confiando en Dios, sin importar lo que sucediera, creyendo en su amor por ellos y por su bebé, creyendo que Él aún estaba en control.

El médico realizó el parto de Lucas Sawyer y se lo entregó. “Parece perfectamente normal,” dijo cautelosamente. Pero a veces el síndrome de Down lleva un poco de tiempo antes de manifestarse, y durante las siguientes 24 horas se le hicieron varios análisis a Lucas. Y me alegro de decir que hoy es absolutamente y positivamente el niño más sano, robusto y listo que alguien haya visto jamás.

Toda la sabiduría convencional del mundo estaba diciéndoles a Esteban y Teresa: “Su bebé probablemente no sea normal. Deberían considerar seriamente un aborto.” ¡Pero qué contentos están de no haber hecho caso! Necesitamos caer en la cuenta que los resultados de análisis a veces son incorrectos. Nadie sabe por qué el análisis de alfa-fetoproteína volvió con valores tan funestos con un bebé tan sano. ¿Cuántos otros bebés sanos están siendo abortados después que los padres reciben resultados de análisis engañosos o simplemente erróneos?

Niños discapacitados

Los Sawyer tuvieron un final muy feliz para su historia, pero a veces los análisis dicen la verdad y los bebés realmente están enfermos o discapacitados. Sin duda, criar a un niño discapacitado es doloroso y duro. ¿Alguna vez está bien abortar a un niño cuya vida será menos que perfecta?

Tenemos que preguntarnos: ¿merece morir el niño porque está discapacitado o enfermo? La vida será dura, tanto para la persona discapacitada como para sus padres. Pero es significativo que ninguna organización de padres con niños retardados mentalmente haya respaldado alguna vez el aborto.

Hay personas que creen honestamente que es mejor abortar a un niño discapacitado antes de dejarlo experimentar la vida difícil que le espera. El Dr. Everett Koop, ex Cirujano General de Estados Unidos, ha realizado miles de cirugías pediátricas a niños discapacitados. Él comenta que la discapacidad y la infelicidad no van de la mano necesariamente. Algunos de los niños más infelices que ha conocido tenían plenas facultades mentales y físicas, y algunos de los chicos más felices eran aquellos que sobrellevaban cargas muy difíciles.[4]

La vida es mucho más dura para las personas discapacitadas, pero puedo decirles personalmente que esto tiene su lado precioso también. Yo he vivido la mayor parte de mi vida con una discapacidad física, pero esto no me ha impedido experimentar un tremendo gozo por vivir la vida con el máximo de las capacidades que tengo. Puedo regocijarme honestamente en mi cuerpo roto porque es ese mismo carácter roto y débil que hace que sea más fácil que otros vean el poder y la gloria de mi Señor en mí, porque su poder se perfecciona en la debilidad (2ª Corintios 12:9-10).

A menudo, los padres abortan a niños con defectos porque no quieren enfrentar el sufrimiento y el dolor que seguramente acompañan el cuidado de un individuo discapacitado. Al abortar al niño, creen que están abortando el problema. Pero, como dijimos antes, no hay forma de evitar las consecuencias del aborto – la necesidad de duelo, la culpa, la ira, la depresión.

¿Y qué pasa si el bebé va a morir de todas formas? Para los bebés anencefálicos, los bebés que nacen sin cerebro, no hay ninguna esperanza de vivir por mucho tiempo. Creo que tenemos que ver el cuadro más grande, un cuadro que incluye a Dios y sus propósitos para nuestras vidas. Cuando ocurre una tragedia como ésta, podemos saber que sólo está ocurriendo porque Él tiene una razón detrás de ella. La voluntad de Dios para nosotros no es que vivamos vidas fáciles, sino que seamos transformados en la imagen de Jesús. Él nos tiene preparada santidad, no comodidad. El dolor de las circunstancias difíciles a menudo es la forma que Él escoge para hacer que crezca la vida de fe en nosotros y en aquellos que son tocados por la tragedia de la discapacidad de un niño. Cuando es una cuestión de vida y muerte – como ocurre con el aborto – no nos toca a nosotros tratar de eludir el dolor.

Mi esposo y yo sabemos lo que significa enterrar a un bebé que sólo vivió nueve días. Vimos cómo Dios usó la situación para atraer a las personas hacia Él y para enseñar y fortalecer a muchas personas más allá de nuestra familia inmediata. A pesar del tremendo dolor de ese momento, ahora que he visto cómo Dios lo usó para glorificarse, lo pasaría nuevamente.

No todos los abortos son realizados por conveniencia. Algunos se realizan en casos muy duros, como niños discapacitados o como resultado de una violación o un incesto. Pero, nuevamente, necesitamos retroceder y ver las cosas desde una perspectiva eterna. Dios es quien da la vida, y sólo Él tiene el derecho de quitarla. Toda persona, nacida o aún no nacida, es un alma preciosa hecha por Dios a su imagen. Cada vida es un encargo de Dios que necesitamos celebrar y proteger.


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Notas

  1. Paedogus 2:10, 96, 1
  2. Ann Speckhard, “The Psycho-Social Aspects of Stress Following Abortion” (Los Aspectos Psicosociales del Estrés Posterior al Aborto), tesis doctoral presentada a University of Minnesota.
  3. Nancy Michels, “Helping Women Recover From Abortion” (Cómo Ayudar a las Mujeres a Recuperarse del Aborto) – Minneapolis: Bethany, 1988, 76.
  4. C. Everett Koop, “The Slide to Auschwitz”, citado por Ronald Reagan en: “Abortion and the Conscience of the Nation” (El Aborto y la Conciencia de la Nación) – Nashville: Thomas Nelson, 1984, 45-46.

Lectura adicional

  1. Alcorn, Randy. Pro-Life Answers to Pro-Choice Arguments, Portland: Multnomah, 1992.
  2. Garton, Jean. Who Broke the Baby? Minneapolis: Bethany, 1988.
  3. Michels, Nancy. Helping Women Recover From Abortion. Minneapolis: Bethany, 1988.
  4. Schaeffer, Francis and C. Everett Koop, Whatever Happened to the Human Race? Westchester, Ill.: Crossway, 1983.
  5. Young, Curt. The Least of These. Chicago: Moody, 1984.

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Susana Bohlin es conferencista asociada con Probe Ministries. Cursó sus estudios en la Universidad de Illinois. Ha sido maestra de Biblia y conferencista cristiana por más de 25 años. Además de ser calígrafa profesional, mantiene el sitio web de Probe en Internet. Cualquier comentario o pregunta del lector sobre este artículo, puede enviarse a: espanol@probe.org. Por favor, indica el título del artículo.