5. CRISTO NUESTRA VIDA

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5. CRISTO NUESTRA VIDA

CRISTO desea ser, no sólo nuestro único Salvador y Señor, sino también la vida misma de nuestra vida. Para ello Dios ha hecho amplia provisión mediante la resurrección y ascensión de Cristo.

Creación del nuevo hombre: Co-resurrección con Cristo

La muerte es la puerta que da entrada a la vida. La co-crucifixión abre la puerta que lleva a la co-resurrección. La identificación con Cristo en su muerte y sepultura no es sino el comienzo de la unión del creyente con Cristo en una vida que no tendrá fin.

Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección” (Rom 6:5).

Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él” (Rom 6:8).

La identificación con Cristo en su vivificación, resurrección y ascensión introduce al creyente en una nueva esfera y da comienzo a la vida del hombre nuevo.

Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús” (Ef 2:4-6).

Y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad”(Ef 4:24).

¡“Juntamente con Cristo” en la cruz, en el sepulcro y en los lugares celestiales! Así puede el Señor exaltado hacer partícipe a cada cristiano de la victoria de su muerte, del poder de su resurrección y de la plenitud de la vida glorificada.

La nueva esfera: El creyente en Cristo

Tan pronto como un pecador arrepentido pone su confianza en Cristo como Salvador, sale de la vida “en Adán” y entra en la vida “en Cristo”. A través de las edades venideras estará “en Cristo”. Nunca comprenderemos las epístolas de Pablo si no comprendemos esta expresión: “en Cristo”. Es la clave de todo el Nuevo Testamento. Esta frase u otras equivalentes se usan ciento treinta veces. Estas dos palabras son las más importantes entre todas las que se han escrito para describir la relación mutua entre el cristiano y Cristo.

Estar “en Cristo” determina la posición, privilegios y posesiones del cristiano. Porque estar “en Cristo” es estar donde Él está, ser lo que Él es, participar de lo que Él tiene.

Estar “en Cristo” es estar donde Él está. Pero Cristo está en los lugares celestiales; por lo tanto, allí está el verdadero hogar del cristiano. Es un peregrino en la tierra, porque su ciudadanía verdadera está en el cielo.

Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo” (Fil 3:20).

porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir” (Heb 13:14).

Vuestro domicilio actual es solamente una parada en un viaje, y, sin embargo, algunos de nosotros hacemos planes para nuestra morada terrena como si fuéramos a vivir aquí para siempre. Vuestro corazón está puesto en las cosas de la tierra en lugar de estarlo en las celestiales.

Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Col 3:1-2).

Tal vez dirá alguno: “Este es un ideal demasiado alto para mí; no sólo es irrealizable, sino que carece de atractivo. Soy de esta tierra y de este mundo. ¿Por qué no he de vivir como quiera y disfrutar de la vida presente, dejando los goces del cielo para cuando llegue allá?” Así razona un gran número de cristianos y su vida está en plena armonía con su razonamiento.

¿No necesitamos irnos aclimatando a nuestro hogar eterno en el cielo? Si la idea de lo celestial me ahoga aquí, ¿qué será cuando esté yo allá? Si los placeres y propósitos celestiales carecen de atractivo para mí ahora, ¿cómo me parecerán entonces? Hay música en el cielo, pero no es la popular de aquí, hay allí placeres, pero no los de la televisión, la discoteca, el casino o el cine; hay propósitos allá, pero no los de hacer dinero o adquirir renombre. Si mi corazón no puede soportar ahora la actitud más elevada de la vida en los lugares celestiales, ¿cómo los soportará entonces? Es la intención de Dios para vosotros y para mí que empecemos la vida del cielo ahora.

Estar “en Cristo” es estar donde Cristo está. Cristo, la Cabeza del cuerpo, y el cristiano, que es un miembro del mismo cuerpo, tienen una misma vida. La sangre del cuerpo humano es la vida de este cuerpo. La sangre que tengo ahora en la cabeza estará muy pronto en el brazo. Es la misma sangre. Así, la vida que está en Cristo en los lugares celestiales, es la misma vida que está en el cristiano en la tierra.

En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo” (1 Juan 4:17).

Tan envueltos estamos por el Señor Jesús que Dios no puede ver a Cristo hoy sin vernos a nosotros. En este momento, cuando Dios mira a su Hijo, te ve a ti y a mí. Y lo que su Hijo es, eso lo ve Él que somos tú y yo.

Estar “en Cristo” es participar de lo que Cristo tiene. Todo lo que Cristo posee, nosotros lo poseemos. Toda bendición espiritual en Él, gozo, paz, victoria, poder, santidad, es tuya aquí y ahora. Si somos hijos de Dios, somos también herederos, herederos de Dios y coherederos con Cristo, de modo que todo lo que el Padre ha dado a su Hijo, el Hijo lo comparte con nosotros.

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo” (Ef 1:3).

El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?” (Rom 8:32).

¿Crees que eres un millonario espiritual? ¿Vives como tal? Tal vez conoces a algún millonario. Toda su manera de vivir revela el hecho de que es rico. ¿Vives como millonario espiritual, de tal modo que otros codicien tu riqueza espiritual? La mayor parte de nosotros vivimos como mendigos espirituales.

La nueva creación: Cristo en el creyente

Cuando el Espíritu Santo engendró una nueva naturaleza en el creyente, abrió la puerta a una unión viviente, orgánica entre el cristiano y Cristo. Cristo y el cristiano son, pues, una cosa para siempre. ¿Qué es, pues, ser cristiano? Es tener en nosotros al Cristo glorificado en presencia y poder actual.

Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gál 2:20).

Cristo vive en mí

¿Puedes tú decirlo? Pablo podía. Pero observad el orden de sus palabras. Primero, “Con Cristo estoy juntamente crucificado”, después, “vive Cristo en mí”. El destronamiento del “yo” precede y abre paso a la entronización de Cristo.

Ser cristiano es tener a Cristo como vida de nuestra vida, de tal manera y hasta tal punto, que podamos decir con Pablo: “Para mí el vivir es Cristo”. Esto significa que Cristo vive ahora en nosotros aquí donde nos encontramos, tan verdaderamente como vivió en un tiempo en Capernaum o en Caná.

Ser cristiano significa que la divina semilla que fue plantada en lo más íntimo de nuestro espíritu cuando nacimos de nuevo, florece produciendo una conformidad cada vez mayor de nuestra vida con la vida perfecta de Cristo. Es ser diariamente “transformado en su imagen, de gloria en gloria”. ¿Estás tú siendo transformado de este modo?

Ser cristiano es tener a Cristo como vida de nuestra voluntad. Es tener a Cristo llenando nuestra mente, corazón y voluntad, de modo que mediante nuestro corazón, nuestra vida, en medida siempre creciente, aumente hasta que no haya vida aparte de Él. ¿Te llena él así?

Pero me parece oír a algún moderno Nicodemo que dice: ¿Cómo puede esto hacerse? ¿Cómo puedo vivir tal vida en mi hogar donde no encuentro auxilio ni simpatía, sino más bien ridículo, y donde por tanto tiempo he vivido una vida de derrota? ¿Cómo puedo vivir una vida consecuente en el círculo de mis relaciones sociales, invadido por la mundanalidad y la maldad y donde nunca se menciona a Cristo ni aun se piensa en Él? ¿Cómo puedo vivir una vida espiritual en un lugar de negocios donde todos a mi alrededor viven completamente para la carne? ¿Cómo puedo vivir en el plano más alto cuando los cristianos que conozco son más bien mundanos y liberales, y entre los cuales no encuentro alimento y enseñanza espiritual?

No, tú no puedes vivir esta vida, pero Cristo puede. CRISTO EN NOSOTROS puede vivir esta vida en cualquier parte y en todas partes. Él la vivió en la tierra en un hogar donde fue mal comprendido y mal juzgado; entre gente que le ridiculizó, se burló de Él, se le opuso y por fin le crucificó. Todo el objeto de mi mensaje en esta noche es mostrar que no somos nosotros los que tenemos que vivir esta vida, sino que Cristo quiere y puede vivirla en nosotros.

Esta es la verdad que Cristo enseñó en germen en la última plática que tuvo con sus discípulos antes de su muerte. Les había dicho que iba a irse de ellos y ellos estaban pensando cómo jamás podrían vivir sin Él. Pero Él les aseguró que estaría con ellos en una presencia espiritual mucho más vital y real que la relación que con Él habían tenido hasta entonces. La vida de la vid iba a ser la vida de los sarmientos.

Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5).

Después de haberles enseñado esto, se lo inculcó más profundamente con su oración. Fue ésta la idea central de su oración intercesora.

Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos” (Juan 17:26).

¿Habéis pensado bien en las tres últimas palabras de esta oración? “Yo en ellos”. En estas sencillas pero significativas palabras alienta el deseo más profundo del corazón de Cristo respecto de los suyos. Es su deseo ardiente de “reencarnarse” en el cristiano.

Pablo echó mano de esta gloriosa verdad, y ella le agarró a él. Está entretejida en la trama y el tejido de su experiencia, de su predicación y de su servicio misionero.

Cristo vive en mí” y “para mí el vivir es Cristo” marcan la cima de su experiencia personal. No había nada por encima de esto para Pablo. Esto era para él la vida en el plano más elevado.

Cristo en vosotros” era el corazón de su mensaje a las iglesias. Sonaba con la claridad de un toque de clarín en toda la predicación y enseñanza de Pablo.

A quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Col 1:27).

Cristo en vosotros” era la pasión de todo el servicio misionero en Pablo. El apóstol no tenía más que un objetivo y una meta en todas las formas de trabajo que hacía: que Cristo fuera formado en cada convertido.

Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros”(Gál 4:19).

Cristo es el centro interior del cristiano; Cristo es la parte exterior del cristiano; Cristo es todo lo que hay desde el centro hasta lo exterior. Como Pablo dijo, “Cristo es el todo y en todos”. Cristo es la vida de nuestra vida.

Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria” (Col 3:4).

¿Es Él esto para ti?

Una unión perfecta

La historia espiritual de todo cristiano podría escribirse en dos frases: “Vosotros en mí” y “Yo en vosotros”. A los ojos de Dios, Cristo y el cristiano vienen a ser una cosa de tal modo que Cristo está en los lugares celestiales y a la vez en la tierra, y el cristiano está en la tierra y a la vez en los lugares celestiales. Cristo en los lugares celestiales es la parte invisible del cristiano. El cristiano en la tierra es la parte visible de Cristo. Este es un pensamiento que nos asombra. Su significación sencilla es que vosotros y yo estamos puestos para “traer a Cristo del cielo a la tierra” para que los hombres vean lo que Él es y lo que Él puede hacer en una vida humana. Es tener la vida de Cristo vivida en vosotros en tal plenitud que viéndole a Él en nosotros, los hombres sean atraídos a creer en Él y a amarle.

Pero me parece oír a algún Tomás escéptico que dice: “Si no viera a alguno que vive esta vida de Cristo no creeré.” Pues bien, yo creo porque lo he visto.

Por varias semanas viví en una casa de huéspedes dirigida por una mujer pequeña y flaquísima. Se mantenía algo derecha gracias a un soporte que le sostenía la espalda. Había vivido en el tercer piso de la casa durante dos años sin más perspectiva que el cielo azul y un cuadro de césped en la plaza a la cual daba su ventana. Pero sus ojos brillaban como estrellas; iluminaba su rostro una sonrisa que la aflicción y las adversidades no podían quitar, y se reflejaba en su semblante un resplandor que nunca se ve en la tierra o mar, sino allí donde la Luz del mundo alumbra con brillo no oscurecido por nada. Cristo era la vida de su vida.

Un hombre de negocios cristiano estaba muriendo de cáncer. Sus amigos iban a animarle y salían con la sensación de haber llegado hasta la misma puerta del cielo y haber visto al Rey en su hermosura. Cristo era la vida de su vida en la enfermedad como lo había sido en la salud.

Un joven chino cristiano que se había convertido de una vida muy impía y malvada y llevaba menos de dos años de vida cristiana, vino a visitarme un día. Cuando se fue, un caballero, que lo vio por nada más que un momento, dijo: “¿Quién era ese joven? Nunca he encontrado una persona como él, que tan instantáneamente me obligara a pensar en Cristo.” Cristo había venido a ser la vida de su vida.

¿Él es la vida de tu vida? ¿Puedes tú decir verdaderamente: “Cristo vive en mí”; “para mí el vivir es Cristo”?

Un Hombre hay en la gloria
Que vive para mí;
Es puro, santo y fuerte,
Poderoso adalid.
Su amor y su ternura
No se pueden medir.
Su vida allá en la gloria –
Será mi vida aquí.

Un Hombre hay en la gloria
Que vive para mí;
A Satán le ha vencido,
Obligándole a huir.
Vive y reina supremo
Con realeza sin fin,
Y su vida en la gloria
Será mi vida aquí.

Un Hombre hay en la gloria;
Que vive para mí;
Dolencias y flaquezas
No le pueden herir
.
De fortaleza lleno,
Es potente y feliz,
Y su vida en la gloria
Será mi vida aquí.

Un Hombre hay en la gloria
Que vive para mí;
Su paz es permanente,
Su paciencia, sin fin.
Radiante y glorioso,
Desde allí espera ver
Cómo su vida en gloria
En mí vivida es.