325 ~ Concilio de Nicea
Constantino (288-337), el último de los grandes emperadores romanos, convocó un concilio. En su política de gobierno estaba trabajando por la pacificación del imperio y no le convenían las grandes controversias. Había surgido una polémica en Alejandría entre el obispo Alejandro y su presbítero Arrio. Se trataba de la naturaleza de Cristo. El primero mantenía que Cristo era Dios, el mismo Creador; el segundo que Cristo no era el Creador, al contrario, que Él mismo había sido creado. Lo serio estaba en que la controversia se venía extendiendo ya por gran parte del imperio.
En Nicea, de Asia Menor (la Turquía moderna), 300 obispos se dieron cita para deliberar el asunto. Constantino auspiciaba el concilio y ejercía presiones. Finalmente, Arrio y seguidores fueron condenados. Más tarde se adoptó el “Credo de Nicea”, como afirmación universal de la ortodoxia de la Iglesia. En el día 19 de junio le tocó al Obispo Osio de Córdoba, España, anunciar el credo. La frase crucial en el documento es la que dice sobre Cristo: “… de la sustancia del Padre, Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero, engendrado, no hecho, consustancial al Padre, por quien todas las cosas fueron hechas…”
A pesar de los logros, ni el concilio, ni el credo, eran punto final. La falsa doctrina seguía extendiéndose y el conflicto arreciaba. El que destacaba como campeón de la doctrina ortodoxa era Atanasio (295-373), sucesor de Alejandro. Constantino seguía tomando cartas en el asunto, pero su actitud era ambigua, favoreciendo a veces notablemente a los arrianos.