1545 ~ Comienza el
Concilio de Trento
Durante más o menos un siglo hubo un gran clamor en la Iglesia de Roma por reforma. La indescriptible corrupción del clero, alto y bajo, era proverbial. ¡Cuántos gemían a Dios! Y Dios obró. Él dio la Reforma…, la Protestante. Naturalmente a muchos les costaba creer que esta fuera la respuesta de Dios. Y a Roma le costaba restablecerse de tan tremendo golpe. El golpe fue atribuido al diablo y a los malditos herejes. Pero, sí, ¡ya habría “reforma”!, una reforma ideada para devolver golpes a los herejes.
Para ello, el papa convocó un concilio en el norte de Italia, en Trento, dedicado a ese fin. El antiguo anhelo de reforma entre los car se venía torciendo y ‘remodelando’ hasta dar por resultado la “Contrarreforma”. En Trento la motivación no era otra que la de aplastar la Reforma Protestante. Con el concilio y sus ‘cánones’ se hicieron tres los terribles azotes en la mano de esta Contrarreforma. Eran la inquisición, los jesuitas y ahora Trento.
El “Santo Oficio de la Inquisición” no era algo reciente. Había funcionado ya por siglos, pero, en los presentes propósitos de la Contrarreforma, le venía al Vaticano como anillo al dedo. Sus horrores son bien conocidos, especialmente los de su función en España, donde llegó a ser institución estatal.
1534 había sido un año muy negativo para Roma, ya que era el año del cisma anglicano y de la Biblia completa en alemán, traducida por Lutero. Pero no todo estaba perdido, ya que era también el año de un español, de Ignacio de Loyola (1491-1556). Este tomó una iniciativa, que daría nuevo ánimo a los car. Formó los rudimentos de su “Compañía de Jesús”, más tarde oficialmente reconocida por el papa (Pablo III) como “Sociedad de Jesús”. Para el público en general sus miembros serían sencillamente “los jesuitas”.
En Trento los “padres” reunidos solo tenían que coordinar bien estas fuerzas y tratar de crear una especie de orden en el increíble caos que reinaba en todas partes. El concilio duraría nada menos que 18 años, aunque con dos largos intervalos. En este período cinco papas se sucedieron.
Entre lo que salió de Trento destacan los más de cien “anatemas” (de divina y eterna maldición), lanzados contra todos los ‘herejes’. Hasta el día de hoy son oficialmente vigentes…; es decir, nunca fue retractado ninguno.
Un ejemplo: “Si alguno dijere que la fe justificante no es otra cosa que la confianza en la divina misericordia que perdona los pecados por causa de Cristo, o que esa confianza es lo único con que nos justificamos, sea anatema”.
Y otro: “Si alguno dijere que la confesión sacramental… no es necesaria para la salvación por derecho divino… sea anatema”.
Lejos de reformar, ¿qué es lo que logró Trento en realidad? Recogió y reglamentó para todo el mundo lo que hasta ahora habían sido meras tradiciones, prácticas supersticiosas y creencias vagas. Damos un resumen de algunos de estos asuntos:
1) El papa tiene poder absoluto sobre todos los reyes de la tierra.
2) El sacerdote es deificado.
3) El celibato del clero se hace más rígido.
4) Los sacramentos son siete, ninguno menos, ninguno más.
5) La confesión auricular es obligatoria; mínimo una vez por año.
6) Al consagrar el sacerdote “el pan y el vino’’, éstos se convierten en las sustancias del cuerpo y de la sangre del Señor; la “transubstanciación”.
7) Solo el sacerdote bebe del cáliz.
8) La tradición es fuente de revelación.
9) Los libros apócrifos son incluidos en el canon.
10) Las buenas obras son necesarias para la salvación.
11) El uso de las indulgencias, “sobremanera saludable”, debe mantenerse.
12) María está libre de pecado.
13) Deben venerarse las reliquias e imágenes de los santos.
14) Se confirman las doctrinas del purgatorio y del limbo.
Después de Trento, con la ayuda eficaz de los varios monarcas car de Europa, mucho territorio le fue arrancado a la Reforma. ¡Cuántos ríos de sangre…! Ni hace falta memorar como Roma logró conquistar gran parte del Continente Nuevo, o en qué maneras logró incorporar a los indígenas a sus filas…