1962 ~ Inauguración del Concilio Vaticano II – Roma

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1962 ~ Inauguración del

Concilio Vaticano II – Roma

Ángelo Giuseppe Roncalli, el nuevo y simpático papa, que adoptó el nombre de Juan XXIII, tuvounacorazonada y de pronto anunció a kerkPopeRoncalli2sus cardenales: “Vamos a celebrar un concilio”. Esto fue en enero del 1959. Tenía 77 años. Cuando alguien preguntó qué esperaba de un concilio, fue a una ventana, la abrió y dijo: “¡Esto, aire fresco en la Iglesia!” Su esperanza era reformar la Iglesia de tal manera que los “hermanos separados” se sintieran atraídos a volver al redil.

Ya casi hacía un siglo que el último concilio, Vaticano I, se celebrara. El Papa Pío IX de entonces, aquel que reinó por más tiempo que ningún otro papa (32 años), también había invitado a los “acatólicos a retornar al único redil de Cristo”. Y ¿qué pasó? Precisamente en esa ocasión se proclamó el penúltimo dogma, el de la infalibilidad del papa. Lejos de atraer a los de afuera, muchos de adentro salieron, huyendo de tales pretensiones.

fountY de este concilio, Vaticano II, ¿qué se podría esperar? No se estaba por proclamar ningún dogma y, de verdad, Juan XXIII parecía un hombre muy atrayente. Se le notaba sincero y sencillo, muy distinto de su predecesor, Pío XII. Así, aunque Roncalli no disimulara en ningún momento su desbordante mariología, la primera sesión de dos meses suscitaba esperanzas con algunas personas. (Citamos un ejemplo de dicha mariología. Cuando Roncalli terminó la primera sesión, usó estas palabras: “…iniciada en la fiesta litúrgica de la Divina Maternidad de María, se cerró el día de la Inmaculada Concepción con los fulgores de gracia que difunde la Madre de Dios y madre nuestra”.)

Pero Ángelo Roncalli (apodado “el Buen Papa”) murió medio año más tarde, cuando todavía quedaban tres largas sesiones por celebrar. Cardenales conservadores sentían un gran alivio, ya que Roncalli, según ellos, llevó la Iglesia al mismo borde del abismo. Giovanni Battista Montini (1897-1978), el nuevo Papa Pablo VI, no les defraudaría. Los “progresistas” eran los más numerosos en los enfrentamientos entre unos y otros, pero Montini, manejando hábilmente el timón, logró que los progresistas no progresaran más que un poquito en sus afanes de reforma.

Y así terminó Vaticano II, en diciembre de 1965, con reformas hechas, pero reformas de fachada solamente. Valga el siguiente ejemplo: la misa fue reformada, sí; el sacerdote ya no vuelve las espaldas a la congregación, sino que celebra de cara al pueblo. Además ya no lo hace en latín, sino en el idioma de su gente. Cosas importantes sin duda, pero ¿y la transubstanciación, el dogma esencial de la misa, que los reformadores del siglo XVI tenían por “abominable idolatría”? ¿Cuál fue su suerte? Quedaba donde estuvo siempre, inmóvil, intocable.

Otros ejemplos abundan. ¿Qué del ‘celibato’, obligatorio para el clero, pero carente de la menor base escritural (1 Timoteo 3:2-5; 12; 4:1-5; 2 Timoteo 3:5-6)? ¿Ignoraban los augustos ‘padres’ los incontables casos de abusos, infligidos sobre los feligreses por los curas ‘célibes’? ¿Es decir, los abusos sexuales de mujeres (entre ellas muchas monjas) y de niños? ¿Ignoraban lo que durante muchos siglos había sido de conocimiento y de comentario públicos? En el Concilio de Trento, incluso, la cuestión de las ‘concubinas’ del clero había sido tratada específicamente, aunque no eficazmente. Es en las fechas actuales que una pequeña parte del horrible cáncer ha reventado, sobre todo en Norteamérica. ¿Qué esperanza hay ahora, ante semejante escándalo público, de que el celibato obligatorio sea quitado? No hay la más mínima esperanza…

El camaleón es un animalito simpático. Trata de adaptarse a su ambiente, pero, para el ojo humano no lo logra demasiado bien. Allí está Roma: el “camaleón proverbial”. Con el concilio, de nuevo, trató de adaptarse al ambiente, pero ¿es difícil discernir que es el mismo camaleón de siempre?

En el día en que Roma empiece a desmantelar algún dogma o sacramento antibíblico quedará como el templo de Dagón, cuando Sansón quebró sus columnas. Sus dogmas son sus columnas. No quiere convertirse en un montón de escombros por haber quitado alguno. Pero una mano más fuerte que la de Sansón está ya puesta… Mientras tanto, el pueblo de Dios, todavía en este “templo”, tiene oportunidad de huir. Luego se desplomará y grande será su ruina (ver Apocalipsis 18:4-10).

¿Cuál fue, pues, el impacto del Concilio Vaticano II?

La Iglesia CAR misma salió del oscurantismo en que había estado sumergida. Abrió algunas ventanas. Ya los mismos católicos empezaron a sentirse menos reprimidos y a temer menos los anatemas de su jerarquía. Muchísimos han dejado de ser “ca­tólicos practicantes”. Lo más positivo ha sido que la Biblia empezara a estar ampliamente disponible para todos los car.

Para el pueblo evangélico el impacto se ha sentido sobre todo en los países de mayoría car. Pasó eso de “malditos herejes”, ahora somos “hermanos separados”. Hay casos en que el párroco incluso ofrezca su púlpito al pastor protestante para alguna ‘función’ especial. Si lo supieran los “padres de Trento”…