1906 ~ Inicios del Pentecostalismo en Los Ángeles – California

banner7

1906 ~ Inicios del Pentecostalismo

en Los Ángeles – California

¿Dónde figura Estados Unidos en esta lista? Después de Jerusalén, Hipona, Meca, Kiev, Constantinopla, Londres, Ginebra, Calcuta y mucha Roma, llegamos por fin a… California. En la realidad, el siglo XIX fue de una aportación americana muy importante en la historia del cristianismo, aunque no siempre muy positiva. ¿Quién no ha tenido roce con alguna secta de origen americano? Enumeraremos algunas de las que siguen dando “la lata” (e impacto) en el cristianismo del mundo entero, juntamente con sus años de fundación. Curiosamente todos salieron bien en el noreste de Estados Unidos.

Los Mormones (con José Smith) nacieron en 1830;

los Adventistas (con Guillermo Miller) en 1831;

la Asociación de Espiritistas – en su forma moderna (con las hermanas Fox) en 1863;

los Testigos de Jehová (con Carlos Russell) en 1872; y

la Ciencia Cristiana (con María Baker-Eddy) en 1879.

De los fundadores solo Miller puede considerarse como auténtico creyente; los demás se desenvolvieron plenamente según el modelo de Mateo 7:15-23; Hechos 20:29-30 y 2 Timoteo 4:3-4, entre ellos Elena de White, la gran profetisa de los “ad­ventistas del séptimo día”, como llegaron a llamarse.

A través de la segunda mitad del mismo siglo, sin embargo, crecía otro movimiento, el de la “santidad”. Hablando en general, sus adeptos eran creyentes. Los metodistas, en primera fila, se extendían muchísimo; su énfasis doctrinal era el de la “santificación”. Cada creyente debía buscar una “segunda bendición”, es decir, la perfección – la erradicación del pecado en su vida. De ahí que, para avivar ese fuego y entusiasmo, se celebraban por todas partes reuniones de avivamiento o reavivamiento. Otras denominaciones participaban, y a menudo asistían muchos millares, ya fuese al aire libre o bajo un techo. Su característica po­día ser un notable desorden, confundiéndose la exaltación emocional con el mover del Espíritu Santo.

Hacia finales del siglo había los que esperaban todavía más del Señor: un ‘bautismo de fuego’. En esas ocasiones, cuando ‘caía el fuego’, el creyente normalmente era sacudido fuertemente, se caía al suelo, gritaba o hablaba en “otras lenguas”. Muchos líderes del movimiento de santidad rechazaron tal “tercera bendición”. En consecuencia los caminos empezaron a separarse.

bartlePara la cuna del pentecostalismo, que al principio se llamaba el movimiento de “La Lluvia Tardía”, tenemos que salir del noreste de Estados Unidos, donde nos encontrábamos con las sectas, para ir justo al suroeste, a California. Los hechos están narrados en el libro que escribió Frank Bartleman en 1925. El mismo autor había sido instrumental en la preparación de los acontecimientos de 1906. Era un hombre sincero con un evidente amor para el Señor y celo para su obra, pero, como veremos, sinceridad, amor y celo cristianos no garantizan el ‘discernimiento’…

En diciembre de 1904 había llegado a Los Ángeles, cuando al poco tiempo empezaron a conocerse las noticias alentadoras del gran despertar en Gales, Gran Bretaña. Bartleman intercambiaba algunas cartas con Evan Roberts, el varón a quien Dios utilizaba en el país de Gales. Había ferviente oración por una obra similar en Los Ángeles.

SeymourEl 22 de febrero de 1906 llegaba Guillermo Seymour (1870-1922), un predicador negro itinerante, que tenía el propósito de dirigir una “misión de santidad”, y que había sido seguidor de Carlos Parham. Este último, en 1900, había comenzado a dar enseñanzas “pentecostales” en su “Colegio Bíblico Betel” en Topeka. Bartleman y Seymour empezaran a trabajar juntos. En una de sus reuniones, el 9 de abril, algunos de los asistentes hablaron en “lenguas”. El 15 de abril, un domingo en pleno culto, una hermana de color también habló en lenguas. Al conocerse estos hechos, mucha gente era atraída y las reuniones tuvieron que mudarse a un lugar más amplio. En la calle Azusa, n° 312, hubo una antigua iglesia metodista, que, últimamente, había servido de almacén y luego de establo para ganado. Allá fueron los hermanos y desde aquel día el nombre de “Azusa” quedaría vinculado con el nacimiento del pentecostalismo. Durante tres años continuaba en ese lugar el ‘avivamiento’, llamado “Azusa Street Revival”.

La gran expectativa engendrada cobró una dimensión nueva cuando en ese mismo mes de abril, el día 18, San Francisco, 600 kms más al norte, fue sacudida por un terremoto, dando muerte a unas 700 personas. Las reuniones abarrotadas se caracterizaban por frecuentes “len­guas”, “canto celestial” y repentinos “barridos” en que muchos en toda la sala se desplomaban, dando el aspecto de un campo de batalla. Bartleman mismo a veces no podía ni predicar. Estaba postrado “mientras Dios conducía la reunión”.

Los fenómenos eran aclamados como el nuevo “Pentecostés”: “¡El Espíritu ha venido!” Más que nada eran las lenguas las que probaban esto. Si no hablabas en lenguas, seguro que no te vino el Espíritu todavía. Debías buscar este don. Gente acudía de todos lados y de muchos países con el resultado de que el “evangelio pentecostal”, ya en 1907, se establecía en Europa y en la India.

T.B. Barrett lo llevó a Europa y generalmente él es conocido como el “padre del pentecostalismo europeo”. Describiendo su propia Azusaexperiencia del 15 de noviembre, 1906, Barrett decía: “Fui llenado de luz y de tal poder que comencé a gritar tan fuerte como pude en un idioma extranjero. Debo de haber hablado en siete u ocho idiomas al juzgar por los varios sonidos y formas de expresión. A veces estuve de pie, predicando en una y otra lengua extranjera, y, por la fuerza de mi voz, sé que 10.000 personas podrían fácilmente haber oído todo lo que dije… Esa noche no será olvidada nunca por ninguno de los que estuvieron. De vez en cuando, después de una breve pausa, las palabras salían como un torrente con un ímpetu como de cataratas”. Pero después, con asombro, nos enteramos que en esa sala no había 10.000 personas, ¡había 15!

En otro escrito añadía: “El poder vino tan repentina y poderosamente que, postrado, hablaba en lenguas incesantemente por algún tiempo. De hecho continuaba hablando mayormente en lenguas, cantando y orando, con muy poca intermisión hasta las 4 de la madrugada. (El poder había caído a las 12.30 de la noche.) Parecía como si una mano de hierro se había puesto sobre mis mandíbulas. Tanto las mandíbulas, como la lengua, eran manipuladas por ese poder invisible”.

Para Barrett ese poder era incuestionablemente el “poder del Espíritu”. Por todo lo que describe, sin embargo, especialmente a la luz de la Palabra (por ejemplo en 1 Juan 4:1 y 1 Tesalonicenses 5:21), no podemos menos que preguntar: “¿Qué espíritu es ese?” En Juan 14 y 16 leemos del Espíritu Santo que “enseña”, “recuerda”, “convence”, “habla”, “guía”, “hace saber” y “glorifica a Cristo”. Ese “algo” como una “mano de hierro, que manipula la boca” de un creyente, evidentemente no nos habla del mismo espíritu…

Ciertamente algunas veces los mismos fundadores del movimiento exhortaban al examen y al cuidado. Pero, en la práctica, lo que pasaba es que se temía “apagar al Espíritu”; que si manifestaciones del Espíritu Santo fueran atribuidas al diablo, o siquiera cuestionadas, se podría cometer “la blasfemia contra el Espíritu Santo”…

Y así, desde su mismo nacimiento, se caía en el mismo error tan lamentable de Roma. La objetividad, la que se atiene a la Palabra de Dios por encima de cualquier otra cosa, da lugar a la subjetividad: la experiencia propia tiene la última palabra (Proverbios 28:25-26; Jeremías 17:9). A través de un siglo de pentecostalismo ha habido muchas variaciones y altibajos, pero, en general, persisten los ‘síntomas’ del princi­pio. Por ejemplo:

1. El gran desorden, a veces indescriptible. (Las primeras reuniones en Inglaterra fueron descritas por uno de los asistentes como “pandemonio en oración”).

2. La marcada falta de maestros de la Palabra (Hebreos 5:11-14), que resulta en una superficialidad general de los adherentes, y de tiempo en tiempo en el desbordamiento de serias doctrinas falsas, como, por ejemplo, las que expone el movimiento de “Solo Jesús”. El mismo Bartleman se adheriría a esa doctrina “unitaria”, dejando la “trinitaria”.

3. El extraño embeleso con las “lenguas” y la obligación de hablar en ellas, cuando en la Biblia no se nos da ni un so­lo instante de un creyente que pida o busque este don, ni se ha encontrado nunca algún mandamiento que diga: “Buscad el don de lenguas”, o algo del estilo.

4. Las falsas profecías – por ejemplo, sobre el regreso de Cristo en tal y cual año, o, autoritativamente, sobre la inminente sanidad de algún enfermo que viene buscándola, pero que muere al poco tiempo, o sobre otros asuntos (cf. Deuteronomio 18:20-22).

5. El énfasis sobre la sanidad del cuerpo, que surge algunos años después de 1906. Con frecuencia es lo que extravía los sentidos de la sincera-fidelidad-a-Cristo (2 Corintios 11:2-4), y los lleva a lo físico y temporal, a lo sensacional. Pero a través de la Biblia corre otro hilo: “Él sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas” (Salmo 147:3). Esa es la sanidad que el cristiano es llamado a proclamar; con todo énfasis.

6. La desastrosa tendencia a la división. Entre ellos mismos ocurre constantemente, empezando ya durante los tres años en la calle Azusa. Y cuando el pentecostalismo se introduce en obra ajena, donde el Espíritu Santo ya había levantado un testimonio para la gloria de Dios, la división es casi garantizada. Nuestra propia experiencia corrobora la de incontables siervos de Dios alrededor del mundo.

El impacto del pentecostalismo se ha hecho especialmente sentir en América Latina y partes de África, donde lleva décadas de gran expansión. Además en los años ‘60 recibió un importante empuje cuando, como reacción a la frialdad, el letargo y el tradicionalismo de las grandes denominaciones, brotara el “carismatismo” dentro de esas mismas iglesias, incluso en la Iglesia CAR.

¿Nos ha hecho impacto a nosotros? Examinemos todo a la luz de las Escrituras según 1 Tesalonicenses 5:21 y sin olvidar el versículo 22.