1517 ~ Martín Lutero Cuelga las 95 Tesis

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1517 ~ Martín Lutero

Cuelga las 95 Tesis

inside17La venta pública de indulgencias era otro síntoma del estado de cosas en Roma. La indulgencia era concedida a los que por buenas obras merecieran que la penitencia, impuesta por un pecado, fuera mitigada o, incluso, levantada. En tiempos de Lutero esto se extendía al fuego del purgatorio. Además llegaba a entenderse como un perdón por el pecado cometido, ¡o por cometer! El encargado de esa venta para Alemania era un ‘dominico’, Juan Tetzel, quien hizo famosa la rima alemana de: “Ni bien suene la moneda en la caja, ya salta el alma fuera del purgatorio.”

Detrás de esos negocios estaban los cálculos de León X (el papa que a los 13 años de edad ya era cardenal). Necesitaba fondos para lo que faltaba en terminar la construcción de la basílica de San Pedro en Roma, ya tan largamente esperada, y había descubierto que no había mejor fuente de ingresos que la venta de indulgencias.

Durante siglos individuos y grupos en la Iglesia CAR habían urgido la reforma de tales abusos (por ejemplo: los valdenses en Francia, Wycliffe en Inglaterra, Hus en Bohemia, Savonarola en Italia). Pero, lejos de hacer caso y de humillarse ante Dios, Roma siempre respondía con anatemas, persecuciones y hogueras. El monje/catedrático agustino, Martín Lutero (1483-1546), parecía ser uno más de esa larga lista. Para este estudiante concienzudo de la Biblia (en latín, hebreo y griego) era grande la sorpresa cuando su iniciativa llevó a la Reforma y al Cisma Protestante.

lutherEn las 95 tesis, clavadas en la puerta de la capilla de Wittenberg, ese 31 de octubre de 1517, Lutero manifestaba mayormente su profundo malestar y desacuerdo con el vergonzoso negocio de las indulgencias. Su acto tan atrevido tendría, sin embargo, consecuencias no imaginadas. Sería nada menos que la chispa que encendería una luz brillante en las tinieblas de Europa.

Más allá de asuntos de indulgencias etcétera, su mayor descubrimiento era que el hombre no es justificado por sus obras, sino por fe en Cristo. El texto de Romanos 1:17 martillaba en su corazón y no lo abandonaba más. Este mensaje fundamental de la Biblia vendría a ser en su mano, y en la de los otros reformadores, la espada de dos filos, que cortaría las sogas con que Europa había quedado enredada durante tan larga noche – la de la Edad Media.

Lutero no se echó atrás cuando le llegó la citación para comparecer en Worms ante el mismo Carlos V, joven emperador de 20 años. Cuando, durante los días 17 y 18 de abril, de 1521, ha rendido cuenta de sus creencias y enseñanzas en tan augusta presencia, exclama: “A no ser que vuestras excelencias me comprueben mi error por la Escritura y la sencilla razón, no puedo retractar, ni retractaré. Mi conciencia es cautiva a la Palabra de Dios. Enfrentarse a la conciencia no es correcto, ni seguro. Heme aquí. No puedo hacer otra cosa. ¡Qué Dios me ayude! Amén.”

Tres años y medio habían transcurrido desde que se colgaron sus tesis; ahora, a estas alturas, muchos millares ya habían leído sus escritos y se habían convencido de las verdades expuestas en ellos. Un alto porcentaje de tales lectores era de la aristocracia. Para la ocasión de la “Dieta de Worms”, una nutrida presencia de los notables simpatizantes de la causa “luterana” se encontraba allí. Acudieron, cuando menos, para prestarle apoyo moral al monje de Wittenberg. Y su presencia no pasaba desapercibida.

En la realidad Carlos V prefería quemar al ‘hereje’, como le instaba el papa, pero decidió honrar su palabra y le permitió partir para Wittenberg. Sin embargo, en el largo camino ocurrió algo totalmente inesperado. Los amigos fieles se habían dado buena cuenta del serio peligro que corría la vida de Lutero y, ni cortos ni perezosos, pusieron en escena todo un “secuestro”. Esto hizo volar la noticia: “¡Lutero ha sido asesinado!” No es difícil de imaginar la alegría que causó al llegar a Roma. Pero en el castillo del Wartburgo quedaba una habitación ocupada por un nuevo habitante.

La previsión de los amigos de Lutero era, sin duda, la provisión de Dios, porque a las pocas semanas Carlos V le declaró “fuera de la ley”, escribiendo: “Un fraile solitario que decide ir en contra de toda la cristiandad, de mil años, a la fuerza tiene que estar equivocado. He decidido movilizar todo en contra de Lutero: mis reinos y dominios, mis amigos, mi cuerpo, mi sangre, y mi alma.”

Pero en el Wartburgo, el siervo de Dios, bajo el seudónimo de “Don Jorge”, traducía meticulosamente el Nuevo Testamento al alemán, directamente del griego. El 21 de septiembre de 1522 ya se publicó y su venta era fenomenal. Después de un año de “exilio”, Lutero reanudó sus predicaciones abiertas.