622 ~ La Hégira de Muhammed y Seguidores

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622 ~ La Hégira de

Muhammed y Seguidores

Muhammed tenía la edad de 40 años cuando, como era su costumbre, se retiró una vez más a una cueva en las afueras de Meca para meditar. Entrando en una especie de trance, recibió órdenes de predicar. Más tarde se decía que el “ángel”, que de forma imperiosa le daba las órdenes, había sido Gabriel. De tiempo en tiempo se sucedían los trances y las revelaciones. Unos pocos compañeros íntimos escribían frenéticamente, sobre cualquier material a la mano, todo lo revelado, y lo guardaban en una caja. La más importante revelación era sobre Alah. Muhammed entendía que este dios, el vinculado con la ‘luna’, que hasta ahora no había sido más que uno entre todo un panteón, era el único verdadero Dios, y el único que debía ser adorado; todos los demás eran ídolos. Era el principio de toda una religión. Nacía el ISLAM…

inside9Muhammed (570-632), un niño huérfano bajo la tutela de su tío, se crió pastoreando ovejas. Más tarde se hizo hábil comerciante, incluso saliendo con las caravanas internacionales. Así tenía ocasión de escuchar muchas narraciones sobre acontecimientos bíblicos, incluso contadas por judíos y cristianos con quienes tenía tratos. Contrajo matrimonio con Cadija, la viuda rica por la cual trabajaba. En 610, cuando empezaron las revelaciones, ella fue la primera discípula del Profeta Muhammed.

El nombre de “Islam” significa “sumisión”, es decir la sumisión a Alah y a su Profeta. El supremo precedente lo encuentra el musulmán en Abraham (“Ibrahim” para él), quien, al tener que sacrificar a su primogénito (Ismael, no Isaac), no se rebeló, sino se “sometió”… Las tribus árabes de Meca y alrededores, sin embargo, no estaban para dejar su idolatría y someterse solo a Alah. Empezaron a perseguir a Muhammed y sus seguidores.

Muhammed no pretendía fundar una nueva religión, más bien su idea era de seguir la línea profética de Adán, Noé, Abraham, Moisés, David y el “Profeta Jesús”. Muhammed era el “Sello de los Profetas” en quien los propósitos de Alah culminaban. Cuando ni los judíos, ni los cristianos, le querían reconocer como “el profeta más grande que Moisés”, su actitud benigna hacia ellos cambiaba. Esto es notable también en las nuevas revelaciones; la acostumbrada aceptación de la “gente del libro” desaparece y se vuelven intolerantes y hostiles.

Cuando murió Cadija en 620, la persecución arreciaba. Muhammed se casó con Aísha, una niña de 6 años (consumando el matrimonio cuando tenía 9), y luego con una viuda, Saúda, comenzando un harén. Ya tenía cinco esposas cuando se enamoraba de su nuera, es decir, de la esposa de su hijo adoptivo. Éste no tardó en divorciarla para que pudiera ser “esposa del Profeta”. Una judía y una cristiana fueron añadidas más tarde. Según algunas tradiciones tuvo nueve esposas cuando moría.

Por fin, en el año 622, la persecución obligó al grupo a refugiarse en otra ciudad, la que más adelante recibiría el nombre de Medina. Era el año de la “hégira” (migración). Llegó a ser el prin­cipio oficial del calendario musulmán. En Medina seguían llegando revelaciones. Eran más largas, pero no tenían el mismo “fuego” de las anteriores. A los ocho años, en 630, Meca fue tomada y la idolatría desarraigada. El costo humano era indescriptible. A los dos años, cuando moría Muhammed, buena parte de la península árabe estaba “convertida”.

Después de su muerte, las revela­ciones, 114 en total, llamadas “suras”, fueron recopiladas en un solo tomo, aunque no en forma cronológica. Desde entonces este tomo, el Qur’án (o Corán), es la directa, la última y la inalterable revelación de Alah a los hombres. Juntamente con muchísimas tradiciones sobre Muhammed, sus palabras y sus hechos, era (y es) toda una inspiración para conquistar el mundo y someterlo a Alah y su Profeta.

mosqueDichas tradiciones, llamadas “Hadith” en conjunto, son más francas de lo que un cristiano hubiera imaginado. Están recopiladas en varios tomos. El primer capítulo del primer tomo muestra que Muhammed mismo creía que estaba bajo influencia demoníaca. El 7º tomo menciona la pedofilia de Muhammed, la que se evidenció en el caso de Aísha.

Comparando los dos mensajes, el del Islam y el del Evangelio, nos encontramos con un abismo insalvable. Dos versículos comparados nos dan una buena idea del contraste:

Ø “Matad al enemigo, allá donde lo encontréis” – Sura 9:92.

Ø “Pero yo os digo: ‘Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen…’” – Mateo 5:44.

Una pequeña y oportuna reflexión: ¿No había sido también en Arabia donde, de dos a tres años, un judío con el nombre de Saulo de Tarso había estado a solas, meditando (Gálatas 1:11-12, 17)? El mismo Cristo, su resucitado Señor, le enseñaba. Era Aquel a quien había conocido en el camino a Damasco. Desde entonces el evangelio del amor de Dios empezó a correr por el mundo. Casi seis siglos pasaron y Arabia quedó como un rincón olvidado del mundo, completamente al margen de las poderosas corrientes políticas, sociales y religiosas. Pero de nuevo un hombre, allí mismo, se pone a meditar… El manantial de esta nueva corriente se abre con tanto ímpetu, que en el transcurso de un solo siglo la expansión alcanzada sobrepasa la del Imperio Romano. Elimina gran parte del cristianismo, sobre todo en Oriente Medio y África, alterando su cauce de forma totalmente imprevista, y hasta el día de hoy su afán misionero es el prin­cipal rival de los cristianos. Cuenta con más de mil millones de fieles…

Cuatro preguntas:

1) Falsos profetas se tenían que levantar. Así habían advertido Jesús y los apóstoles (Mateo 7:15-23). ¿Estaban prevenidos los cristianos en Meca y alrededores?

2) En la expansión pujante del Islam, ¿era inevitable que las iglesias del Oriente Medio y de África sucumbieran?

3) En el día de hoy, ¿cómo debe, y cómo puede, la Iglesia de Cristo responder al Islam en su presente avance?

4) En mis propios contactos ocasionales con musulmanes, ¿soy un ‘pescador de hombres’, capacitado por el Maestro?

Para responder bien a cada pregunta, Apocalipsis 2:2-5 nos brinda una ayuda valiosa y práctica.