540 ~ Benito Establece la Regla Monástica

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540 ~ Benito Establece

la Regla Monástica

parch¿Del monasticismo puede salir algo bueno? Como Natanael en Juan 1, podríamos preguntar algo así. A partir de la Reforma, los Protestantes tienden a contestar que “no”, que los monasterios no dieron buen resultado. Vemos, incluso, que precisamente la creciente corrupción de la vida monacal era un factor importante en esa Reforma, iniciada por un monje cuando clavó sus tesis en una puerta.

¿Pero mil años antes de la Reforma? Las condiciones eran distintas. Hombres, y más tarde también muchas mujeres, verdaderamente consagrados, buscaban la manera de agradarle mejor a Dios, de entrar en una relación más íntima con él. Se acordaban de Juan el Bautista en el desierto, de otros profetas y de Jesús mismo buscando esa soledad. En la soledad de la isla de Patmos, durante su exilio, ¡qué revelaciones no tuvo el apóstol Juan!

Durante unos dos siglos se había desarrollado, sobre todo en oriente, primero el fenómeno del ermitaño solitario, después el de comunidades de monjes. En occidente era Benito de Nursia en Italia (480–549) quien hizo lo que faltaba: encauzar el movimiento monástico y darle una cara propia, no ya oriental, sino europea.

Fundó una comunidad en Monte Cassino (Italia), y su hermana Escolástica hizo otro tanto para mujeres. Benito dio a sus monjes la “Regla Monástica”. Él sabía de qué se trataba, porque llevaba ya más de 30 años experimentándolo todo en carne propia. Este escrito de 73 breves capítulos puede leerse fácilmente en dos horas, pero el impacto que causó en el año 540 duraría por más de siete siglos.

MonjesLos “benedictinos” se esparcieron por todos lados, sus monasterios organizados sobre el patrón de la Regla. Cada monje hacía votos (es decir: un compromiso to­tal) de pobreza, castidad y obediencia, y de allí en adelante se dedicaba a la oración, al estudio y al trabajo. Cada semana eran cantados todos los salmos, y además leídas otras porciones bíblicas. A través de los siglos los monasterios se desarrollaban y llegaban a ser importantes centros de estu­dio, enseñanza y misiones. Su peso positivo en la Europa postimperial era inesti­mable. Dos grandes científicos ingleses, ‘El Venerable Beda’ y Alcuino de York (siglo VIII) eran benedictinos.

La Vulgata y otros muchos escritos eran copiados fielmente. Por largo tiempo ejercían los monjes una Copiandoinfluencia saludable sobre el papado y demás jerarquía, pero cuando la corrupción de éstos pasaba de toda raya, ya ni la austeridad y buena fe del monasterio podían remediar tal “levadura”, y muchos de ellos fueron arrastrados igualmente por la corriente.