386 ~ Conversión de Agustín de Hipona

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386 ~ Conversión de Agustín de Hipona

El joven Agustín (nacido el 13 de noviembre, 354), estaba entre dos mundos, primero en África, después en Italia, es decir, entre el mundo pagano de su padre, oficial romano, y el cristiano de su madre Mónica, creyente ferviente. Buscaba la verdad en sistemas filosóficos. Pero recién a los 32 años, en Milán, cuando volvió a leer un manuscrito con el pasaje de Romanos 13:13-14, quedó resuelta la larga lucha. Allí mismo su vida fue entregada incondicionalmente a Dios y puesta a su servicio. Solo Dios sabía que iba a ser de influencia singular sobre toda la historia eclesiástica. Agustín a menudo es considerado el pensador sobresaliente de la antigüedad cristiana, y el más importante teólogo del primer milenio. Su teología sería fundamental para los reformadores del siglo XVI.

Por 35 años, hasta su muerte, Agustín era el obispo (literalmente “sobreveedor”) del rebaño cristiano en Hipona, en lo que hoy es Argelia. Como ya vimos, la función neotestamentaria de una pluralidad de ancianos (obispos, pastores – Hechos 20:17, 28) en cada iglesia local había quedado en el olvido. La sabiduría humana en este terreno, como en tantos, pretendía mejorar el sencillo modelo neotestamentario. Era un síntoma elocuente que apuntaba a lo que no podría detenerse mucho: todo el sistema papal. La levadura a la que se referían tanto Jesús, como Pablo (Lucas 12:1; 13:20-21; 1 Corintios 5:6-8; Gálatas 5:9), estaba trabajando.

Gran cantidad de escritos de Agustín han llegado a nuestros días; sermones, cartas, tratados contra varias he­rejías, y, sobre todo, sendos libros. Su autobiografía “Confesiones” es el relato clásico de una conversión del paganismo al cristianismo. Hasta el día de hoy sigue siendo de extraordinario interés y valor, tanto espiritual, como psicológico.

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Cuando en 410 cae la ciudad de Roma ante los invasores godos, haciendo que se estremezca el mundo entero, Agustín escribe “La Ciudad de Dios”. Demuestra que, en contraste con Roma, esa “ciudad” (la de Dios), fundada sobre el amor de Dios, es invencible y, aunque muy mezclada con la ciudad terrena de este mundo, al final subsistirá sola. Famoso es también su libro sobre la “Guerra Justa”.

Cuando Agustín moría de una fiebre, el 28 de agosto de 430, los vándalos habían invadido el norte de África y estaban causando grandes estragos por todos lados, también en Hipona. Como por milagro, los escritos de Agustín se salvaron de la destrucción.

Quizás la frase más conocida de Agustín es ésta: “Tú nos has hecho para ti mismo, y nuestros corazones son inquietos hasta que encuentren su reposo en ti”, del primer párrafo de “Confesiones”.